La sobrecama de oro
Vivía
en Ataun un matrimonio que había entablado amistad con unos
gentiles que vivían arriba de San Martín. Todos los atardeceres, los
gentiles bajaban al pueblo y se reunían en casa del matrimonio para
charlar y jugar a las cartas, pasando muy buenas horas juntos hasta
que cantaba el gallo de la medianoche.
Un día,
la señora de la casa enfermó, pero, no obstante, los gentiles continuaron
bajando para pasar un rato con ellos, llevando con ellos una sobrecama bordada
con hilos de oro, que extendían sobre el lecho. A las 12 de la noche cantaba el
gallo, los gentiles recogían la colcha y se marchaban.
—¿Te
has fijado en la sobrecama que traen? —preguntó la mujer al cabo de unos días y
su marido afirmó con un gesto de cabeza—. Es de oro —continuó la mujer—,
podríamos obtener unos buenos reales por ella.
Y los
dos se miraron sin decir nada.
A la
noche siguientes, los gentiles aparecieron como de costumbre, puntuales y con
la valiosa colcha, que extendieron sobre el lecho. La velada transcurrió
amablemente, pero la avaricia había hecho mella en los dos caseros. En un
momento de descuido de los gigantes, el marido clavó la sobrecama con unos
clavos a la madera de la cama.
Cantó
el gallo a su hora y los gigantes intentaron recoger la colcha, pero no
pudieron, pues estaba clavada. Tiraron con fuerza y la rompieron. Enfadados, se
marcharon, pero no sin antes lanzar una maldición sobre los dueños de la casa.
—¡Mientras
esta casa exista —gritaron cuando cogían el camino hacia San Martín—, no
faltará un tuerto, un manco o un cojo en ella!
Y
cuentan las gentes de Ataun que así ocurrió durante mucho tiempo.
Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria