Cosmogonía

La cosmología en términos científicos se entiende por el estudio del origen, la evolución y el destino del Universo. Para el homo sapiens el origen del universo, del mundo en que vive, ha sido una incógnita vital desde el inicio de la humanidad, y ha intentado dar respuesta a esas interrogantes de distinta manera en cada época y cultura. Antes del desarrollo científico de la edad moderna, el ser humano ha creado relatos para interpretar el origen del mundo mediante mitos basados en las religiones o las distintas mitologías. A estas explicaciones míticas del origen del mundo y la humanidad se denomina cosmogonía. Se fundamentan en leyendas que generalmente se asocian a deidades, ídolos o seres con poderes sobrenaturales que están en otro plano de la realidad. 

En el centro de la cosmogonía vasca está La Tierra Madre (Ama Lurra), que es la esencia de la vida, ser que integra y domina la realidad física y espiritual. Es la divinidad principal, eje de toda la creencia mitológica. 

Sus dos hijas, El Sol (Eguzki Amandrea) y La Luna (Ilargi Amandrea), salen todos los días de las entrañas de su madre, hacen su recorrido por El Cielo (Ortzia) y vuelven al regazo de su progenitora. El Cielo es un mero medio por el que viajan todos los días El Sol y La Luna. Mari es la diosa de la naturaleza y de todos los fenómenos naturales, es la personificación de la Madre Tierra (Ama Lurra). Los antiguos vascos adoraban todo el universo que tenían ante sus ojos: la tierra con la naturaleza, el sol, la luna y el firmamento. 

Esta cosmovisión no proviene de una leyenda cosmogónica en concreto, sino que se deduce de dichos populares sobre los astros principales, de antiguas creencias sobre la tierra y de leyendas sobre otros seres mitológicos. 

En la mitología griega la creación del universo empieza con Caos, un ser hueco y vacío, anterior a todo lo que luego se formó. Después aparece Gea, representando a la Tierra, y otros seres con rasgos divinos como el Dios Eros, representando el amor, y Tártaro el abismo y el inframundo. Gea concibe por sí misma a Urano (el cielo), Ponto (el mar) y los Montes. Posteriormente Urano se convierte en esposo de Gea y fueron los padres de la primera generación de titanes, así como los ancestros de la mayoría de los dioses griegos. Entre los titanes más destacados están Océano, Rea,Tetis, y Crono, y también Helios, el sol, y Selena, la luna, que son hermanos.

Zeus, padre de los dioses y los hombres, dios del cielo y el trueno, es nieto de Gea y Urano, y el hijo de Crono y Rea, siendo el menor de sus 5 hermanos, Hera, Demeter, Hestia, Poseidon y Hades.

Especialistas en el tema afirman que Gea como la Madre Tierra es una evolución de la Gran Madre preindoeuropea, una diosa de la vida y la muerte generosa pero temida, que había sido venerada desde el Neolítico en Oriente Próximo y Europa. 

La cosmogonía romana tiene sus raíces en la cultura griega. En su origen solo cambiaron los nombres a los dioses griegos, pero con el paso del tiempo les dieron características y personalidades diferentes. 

En la cosmogonía romana, antes de que existiera el universo, los elementos primordiales eran: cielo (Dios Urano) y tierra (Tellus o Terra Mater), y de ellos nació el mar (Océano). Éstos se encontraban combinados en un solo elemento, que llamaron “Caos”. Con el paso del tiempo esa masa de elementos se descompuso y el Cielo fue enviado a las alturas. El cielo representaba una bóveda que contenía los límites entre el universo y el paraíso romano, al cual ellos llamaban Panteón.

De la unión de Urano y Tellus nacieron: Saturno, Océano, Vesta y Anteo. Saturno, dios de la agricultura y la cosecha, derrotó a su padre y fue coronado dios de dioses del panteón. Se casó con Rea y tuvieron tres hijos: Neptuno, Plutón y Júpiter. Los dos primeros hijos fueron devorados por Saturno, mientras que Júpiter cuando creció terminó derrotando a su padre y se convirtió en el principal dios de la mitología romana, padre de dioses y de hombres, dios del cielo, del clima y los ciclos agrarios. Su equivalente griego es Zeus.

En la mitología celta nos encontramos con distintas versiones o descripciones de la creación del mundo. En la versión irlandesa, en un principio sólo existía la tierra y el mar. De la espuma que surgía del mar cuando entraba en contacto con la tierra nació Eiocha, una yegua blanca que se alimentaba del fruto de un gran roble que había junto a la costa. Eiocha dio a luz a Cernunnos, el primer dios, con el que se aparearía y tendría a la primera generación de dioses. Los partos eran tan dolorosos que Eiocha pateó el roble, lanzando trozos de corteza contra el mar de los que nacerían los gigantes. Los primeros dioses usaron la magia del roble para crear los bosques y a los animales salvajes, los caballos, las armas, los primeros instrumentos musicales y el fuego. Tras una primera guerra contra los gigantes que intentaron invadirlos, la diosa Danu tuvo como descendencia a los Tuatha dé Danann, la nueva generación de deidades.

En la mitología nórdica al principio no había ni tierra por abajo ni cielo por arriba; el abismo no tenía fondo. El abismo original Ginnungagap se extendía entre el país de los hielos, de las tinieblas y de las nieblas, al Norte, y en el Sur, el país de fuego. Del choque y mezcla entre estas materias (caliente y fría) nacieron el mar, la tierra y las aguas. Las gotas de agua, vivificadas por el aire del Sur, se reunieron para formar un cuerpo vivo, el del primer gigante: Ymir. Al principio único ser dotado de vida, tuvo pronto la compañía de una vaca, Audumla, nacida como él en el hielo fundido. Mientras Ymir bebía la leche de Audumia, ocurrió que la vaca hizo surgir, en las gotas de leche otro ser viviente, de forma humana: Buri.

Bor, el hijo de Buri, engendró los primeros Ases, los principales dioses del panteón nórdico: Odín, Vili (voluntad) y Vé (sacerdote). Los tres hijos de Bor mataron a Ymir, y a partir del cuerpo despedazado del gigante, crearon el universo,  de su carne la tierra, de su sangre el mar y los lagos, de sus huesos las montañas y de sus dientes las rocas. Con la parte cóncava del cráneo levantaron la bóveda celeste, que es sostenida por cuatro enanos (los puntos cardinales). Los astros principales, el Sol y la Luna, giran perseguidos por lobos. Las chispas del Sol dieron origen a los demás astros. Los dioses regularon su curso, instituyendo así el ritmo de las estaciones, que hizo nacer la vegetación, y también la sucesión de los días y de las noches. La noche fue la primera, y de ella emana el día.

De las cuatro grandes mitologías que han podido influir en la cosmogonía de Vasconia, con la griega podemos encontrar ciertas semejanzas. La diosa griega Gea es una deidad primordial y ctónica en el antiguo panteón griego, considerada la Madre Tierra. Después del caos creó a Urano, las montañas y Pontos. En las dos mitologías el origen es la Tierra, y ella es la que crea otros elementos fundamentales del universo mitológico. Más tarde será Zeus, el dios del cielo y el trueno, el dios supremo de los griegos; sin duda por influencias indoeuropeas.

A pesar de estas semejanzas, no es probable que la cosmogonía vascónica se haya construido basándose en las creencias de la antigua Grecia, sino que las raíces las debemos buscar en la Madre Tierra preindoeuropea de la antigua Europa.

En la mitología de Vasconia todas las deidades principales -Ama Lurra (la tierra), Eguzki Amandrea (el sol) e Ilargi Amandrea (la luna)- son femeninas y en las mitologías europeas no. Para los griegos, romanos y celtas el Sol es varón. Por eso, en las lenguas romances, como el francés y el español, se asigna el género masculino al sol y el femenino a la tierra y la luna. En alemán y en otras lenguas germánicas, en cambio, el sol es mujer y la luna es varón. En el gaelico irlandés, en cambio, el sol, la luna y la tierra son femeninos. Los irlandeses tienen una gran influencia celta, pero parecen conservar creencias que son más antiguas.

La preponderancia de lo femenino en la cosmogonía vasca nos puede indicar que el origen está en la cosmovisión de la antigua Europa neolítica en donde la divinidades hegemónicas eran mujeres, lo que no ocurre en las culturas de raíces indoeuropeas.