CARNAVAL PUEBLO A PUEBLO

EL CARNAVAL DE LANZ

El pueblecito navarro de Lanz se nos presenta identificado con su farsa de Carnaval. Año tras año, el lunes y martes siguientes al domingo de Quincuagésima, en Lanz acostumbran a celebrar su Carnaval.

El personaje central de esta farsa es el gigante Miel-Otxin. Tocado con un gorro o sombrero, su rostro es una careta de cartón, y al cuello lleva un pañuelo. Viste blusa estampada y pantalón azul, recogido en unas polainas de goma. Mide unos tres metros y va relleno de heno y helecho.

El Xaldiko o Zaldiko es un centuaro. Un joven, con sombrero de segador y cara tiznada, que a la altura de las caderas lleva una armadura de madera, de cuya parte delantera nace un pequeño vástago, que representa la cabeza del caballo. De su lado posterior pende una cola auténtica del animal. Este armazón , que el mozo agarra con ambas manos y que sujeta bajo sus hombros por medio de dos cuerdas en aspa que le cruzan el pecho, va cubierto con una especie de casulla de saco o lona, que sólo deja ver la cabeza y la cola del supuesto animal. «El Xaldiko de Lanz es lo que debe ser según el viejo mito: un caballo salvaje; y el mozo que lo encarna procura ejecutar este papel de la manera más violenta y realista» Iribarren.

El Ziripot es el tipo más ridículo y grotesco de la farsa. Lleva sombrero, la cara enmascarada y el cuerpo embutido en sacos rellenos de heno y helecho. En su dificil y torpe andadura se sirve de un palo o makilla. Junto al Gigante, Xaldiko y Ziripot figuran los herradores y las máscaras o mozorrotuak, llamados chachos. De chachos salen casi todos los jóvenes del pueblo.

La pantomima de Lanz comienza al mediodía de los días ya mencionados. Mas el Martes a la tarde, en ausencia del Xaldiko y del Ziripot, el gigante Miel-Otxin, llevado a la plaza y quemado. Durante la quema, los chachos, acompañados de algunos otros vecinos del pueblo, bailarán lo que llaman el zortziko. Miel-Otxin termina como los Zampantzar y otros muñecos de Carnaval.

Pero, antiguamente, el Gigante no se veía tan solo y abandonado en el epílogo de la farsa. Epílogo suprimido por sus ribetes de irreverencia. Entonces, cerrando la comparsa solían ir dos mozos disfrazados de damas, ataviadas de blanco. «Iban muy serios, respetados de todos los chachos, y leyendo cada cual en su libro. Por un ademán dolorido y silencioso, representaban ser familiares dei gigantón, acompañándole al suplicio. Estas damas, al lle-gar a la plaza, hacían aspaviento de dolor». El gigante Miel-Otxin recibía asimismo la debida asistencia espiritual. «Hacían simulacro de confesar a Miel-Otxin, las damas fingían leerle la pasión, y los chachos se tiraban al suelo, simulando llorar de sentimiento por su muerte»52.

El desenlace de la farsa de Lanz algunos lo han relacionado con el castigo aplicado a un bandido que tuvo por principal campo de acción esta zona de Navarra. Admitida la existencia del bandolero, creemos que el Gigante es anterior. Y siendo así, no nos parece muy extraño que la mente popular haya terminado por identificar y confundir a un ser real con otro de significado mitológico. Del bandido ha podido recibir el gigante de Lanz el nombre por el cual hoy le conocemos.

La farsa de Lanz tiene algo de común con las mascaradas suletinas –el Zamalzain con el Xaldiko o Zaldiko–.

BERGARA

Los Aratoztiak –Carnavales– de esta villa tenían el comienzo en Eguen Gizen –Día Gordo o Jueves Gordo–. En Elgueta y Eibar, a este día conocen por Eguen-Zuri, que lo traducimos por Día Blanco, para continuar el domingo de Quincuagésima y los dos siguientes días.

El Eguen Gizen por la mañana salía un tipo disfrazado de artza –oso–. El oso, encordado a un hombre sin disfraz, se pasaba la mañana persiguiendo a los niños. El artza se retiraba al mediodía y no se le veía hasta el año siguiente.

El Domingo por la mañana, la Banda Municipal aprevechaba la Diana para postular. Con lo recaudado, sus componentes se reunían a comer.

El Martes o Martisena solía ser jornada festiva. Muchos eran los solteros y los casados que se disfrazaban. Por la mañana se corría la soka-muturra, y a eso del mediodía, ei Ayuntamiento obsequiaba con vino a todo aquél que se acercaba a un carro que, cargado con varios pellejos, recorría el pueblo. Se realizaba el ardo-ematea del Martisena.

Por la tarde, en la Plaza de San Martín de Aguirre se bailaban, con nutrida representación de disfrazados –kukumarroak–, varios aurreskuak. Bonifacio Lascurain, nonagenario txistulari, recuerda haber interpretado más de diez bailes en una tarde de Martes de Canaval. Los Aratoztiak de Vergara no se han celebrado desde hace treinta y siete años.


ANZUOLA

El Jueves Gordo de Anzuola recibe también el nombre de Eguen Gizen. Pero los últimos Aratozteak o Karnabalak de la villa se limitaban al Martes, después de la Quincuagésima. Por la mañana de este día, unos jóvenes, con abarcas, camisa de lino –eunakin– pantalón mil rayas, boina y blusa negra o azul, bailában la sorgin-dantza. Al son del txistu, el baile comenzaba en la plaza y continuaba por las calles y caseríos. Mientras bailaban se llevaba a cabo la postulación, bien en metálico o en especie, y al grupo de danzaris se agregaban los disfrazados o kukumarroak, entre los que se veían algún mono –tximiñua– y varios artzak. La cuestación terminaba al mediodía, y con lo recogido comían y cenaban el Martisen Karnabal.

Por la tarde, romería y aurresku en la plaza. El aurresku corría a cargo del grupo que había bailado la sorgin-dantza, los danzaris se presentaban atavia-dos de igual forma que por la mañana.


ELORRIO

Los días señalados para los Carnavales de Elorrio eran el Domingo y el Martes anteriores al Miércoles de Ceniza. Eran los días de Aratuzte-Domekia y Aratuzte-Martitzena.

Por la tarde del Aratuzte-Domekia y durante todo el día del Aratuzte-Marti-tzena salían dos o tres osos o artzak. Vestidos de piel de oveja y con varios cencerros o arranak llevaban la cara pintada de carbón y con una escoba pegaban a quienes se empeñaban en seguirles. Alrededor de los artzak evo-lucionaban los disfrazados. Los kokomarroak eran generalmente chicos mayores y pequeños, con careta y ataviados con ropa de mujer. Con los Car-navales de nuestra última guerra desaparecieron los artzak y los kokoma-rroak de Elorrio.


BERASTEGI

Los Iñauteriak de Berástegui se celebraban los tres días anteriores a la Cuaresma, llamados Zalduniota, Asteleniota y Astearteñota, Domingo, Lunes y Martes, respectivamente. En Zalduniota no se disfrazaban –mozorrotu gabe–. Costumbre esta cuyo origen quizás lo podríamos encontrar en el entendi-miento, a nivel local, de la Iglesia y el pueblo, que se da bastante en estos casos.

Dos domingos antes de la Quincuagésima, los jóvenes se reunían para nombrar a dos espenseroak. Este nombramiento tenía validez de un año. Los espenseroak administraban el dinero destinado a gastar en las fiestas; se encargarían de incorporar las chicas al baile, mas no sin antes haberse enterado de las preferencias del danzari de turno, y velarían también por el normal desarrollo de los Iñauteriak.

El Ostegun Gizen –Jueves Gordo– se sacaba en la plaza la dantza-soka infantil. El sábado por la tarde, los espenseroak postulaban por los caseríos más apartados. Y los restantes jóvenes dedicarían la mañana del Domingo a completar la petición. Se salía del Ayuntamiento, y hasta la primera visita en la casa rectoral acompañaba la música del txistu. Hace unos sesenta y cinco años el txistulari era Lázaro Achucarro, del caserío «Ezpeleta» del mismo Berástegui. En el artículo catorce de las Ordenanzas municipales, publicadas en 1910, acerca de estas peticiones leemos lo siguiente: «Los bailarines llamados de «San Juan» y jóvenes postulantes, los días de carnaval y cualquier otro día, obtendrán para exhibirse, bailar, cantar, tocar y pedir limosna, la correspondiente autorización del Alcalde».

Las tardes del Zalduniota, Asteleniota y Astearteñota, los jóvenes baila-ban la dantza-soka o soka-dantza en el mismo escenario de la Plaza Real. El apartado dedicado a «Máscaras y bailes de Carnaval», correspondiente al artículo dieciséis de las citadas Ordenanzas, dice: «En los días de Carnaval no se permitirá sacar el baile llamado aurresku o soka-dantza con disfraz o careta, pero se permitirá andar disfrazado por la calle desde las nueve de la mañana hasta el oscurecer, exceptuando el tiempo que duren las funciones de la iglesia, siempre que se presenten sin atacar a la moral pública y buenas costumbres. Las autoridades o sus agentes serán los llamados en todo caso para quitar la careta o pañuelo al hombre o mujer que no guarde el decoro correspondiente, cometiendo alguna falta u ocasione disgustos al público o a los particulares».


ELDUAIEN

El caserío de Elduayen se nos presenta como escapado del de Beráste-gui. Nos parece siempre en movimiento, en dirección a la hondonada, a reu-nirse con el casco urbano de Berrobi, que le habría precedido en el camino.

Los Iñauteriak o Karnabalak de Elduayen se solían celebrar en Quincua-gésima Zaldunita, Lunes Astelenita y Martes Asteartita. Los disfrazados reci-bían el nombre de txantxoak, y a los enmascarados, por lo general con algún trapo, se llamaba mozorrotuak. Algunos txantxoak vestían de mujer, con dis-fraz preparado por las chicas. Llevaban blusa y falda blancas, ésta almido-nada. La cabeza cubierta por un pañuelo de tres puntas, asimismo blanco, colocado de manera que quedara una punta a cada lado. Sus medias y alpargatas eran blancas, como todo el resto del atavío.

Los mozorrotuak llevaban el cuerpo en sacos rellenos de hierba y hoja seca. Tanto los txantxok como los mozorrotuak salían los tres días de los Iñauteriak.

Acompañados de un txistulari, los jóvenes realizaban la cuestación en la mañana del Astelenita. Uno del grupo se encargaría de colocar una lukainka –longaniza– en el extremo de su makilla –palo–, a manera de reclamo, y otro postulante, persiguiendo idéntico fin, enseñaría en uno de los brazos la cesta con huevos.

En la plaza, en las tardes del Lunes Astelenita y el Martes Asteartita se organizaba el ollar jokue –juego de gallos–. El Martes y a continuación de la romería los jóvenes se reunían a cenar con lo recogido en la cuestación del día anterior.


BERROBI

Con el canto de txantxo mala kasta, ipurdian bakasta, kolkoan ardoa, txan-txo pikaroa, los niños de Berrobi se mofaban de los disfrazados. De los dis-frazados a cara descubierta o enmascarados, a quienes indistintamente se conocía por txantxok.

Los Carnavales de este pueblo fueron conocidos como Iñauteriak, aun-que más usual era la voz Karnabalak. Lo extraordinario del día de Ostegun Gizen se reducía a la merienda o cena de la juventud.

El Zaldunita –Domingo de Quincuagésima– por la tarde, después de la comida en la taberna, los jóvenes iniciaban la postulación –Karnabaletako eskea–, que continuarían en la mañana del Astelenita o Lunes. Antiguamente les acompañaba un txistulari, y los últimos años, un acordeonista. Un chico llevaba la cesta para los huevos, y otro, una makilla para los chorizos y ros-cos de pan. Un tercer joven haría de bolsero y se encargaba de la recauda-ción en metálico.

A la cuestación seguía la romería. Después, la cena. Comida, romería y cena que se repetirían el Lunes Astelenita y el Martes Asteartita. Pero el Asteartita, los jóvenes invitaban al almuerzo del mediodía a los miembros del Ayuntamiento.


LIZARZA


En su sinuoso recorrido, las incontaminadas aguas del Araxes dividen al núcleo urbano de Lizarza. En una de las márgenes del río, estirada a ambos lados de la carretera, con sus casas en graciosa asimetría, queda la calle principal, y al otro lado del Araxes se encuentran la plaza pública y el templo parroquial.

Los Iñauteriak de Lizarza tuvieron su no poca importancia, dentro del pueblo y zona colindante. Durante generaciones, Lizarza supo cuidar y mimar a su grupo de baile, que en los días de los Iñauteriak solía tener interven-ción destacada.

Los jóvenes integrados en el grupo llamado «Lagun Artea» solían ser unos dieciocho, de los cuales, diez, figuraban como danzaris, dos eran zaldi-dunak, de a caballo, y los restantes cumplían como administradores y organi-zadores de la fiesta, que en Lizarza eran conocidos como los kamareroak.

Llegado el Ostegun Gizen, Jueves Gordo, en el Concejo, en el local donde acostumbraban a ensayar los bailes, festejaban el día con chorizo y vino. El sábado sacrificarían un ternero de unos berrogei erralde, doscientos kilos, y lo que sobraba de esta carne, transcurridos los Iñauteriak, sería destinada a la venta.

El Domingo de Iñaute era la jornada de Zaldunita. Bastante antes de que apuntara este día, los danzaris se reunían en el Concejo. Aquí, para salir debidamente preparados, cada bailarín contaba con la colaboración de una chica, neskatxe, que podía ser su novia o una vecina.

El danzari vestía camisa y pantalón, calcetines y alpargatas blancas, éstas con cintas coloradas. En la camisa, con pechera almidonada, lucía un lazo de seda encarnada en cada brazo. La boina era roja y el gerriko del mismo color. Un mantón de seda le caía de los hombros. Colocado a manera de pañuelo de tres puntas, dos de éstas se recogían, cerca de la altura del gerriko, con un anillo, erraztune. El mantón iba asimismo ornado por tres alfileres que se repartían por el pecho. El usado en los días Zaldunita y Asteartita Martes era amarillo, y rojo el que lucía el Lunes Astelenita. De los danzaris, uno era el capitán y otro el sargento. Asido de la contera, el primero llevaba un bastón de unos setenta centímetros, adornado con cintas de seda de distintos colores. El sargento iba con una lanza de un metro setenta y cinco centímetros. Esta lanza tenía el mango de madera y el resto de hierro. Cerca de su extremo aguzado le nacían dos brazos pequeños y curvilíneos.


ABALTZISKETA

En este pintoresco pueblecito del Goierri guipuzcoano, mientras las ovejas balaban al calor del refugio invernizo, el pastor y el aldeano han festejado el Carnaval. Han bailado y se han entregado a las diversiones propias de esta celebración.

Como Astelenita y Asteartita se conocían al Lunes y al Martes de los Iñau-teriak o Karnabalak de Abalcisqueta. El lunes Astelenita, todo el día, y el Martes Asteartita por la mañana, se postulaba por los caseríos de la villa y por otros de Gainza, Orendain y Zaldivia, previa autorización de los municipios interesados. En la cuestación, con txistu y rara vez con acordeón, se bailaba la makil dantza. Los danzaris iban con boina roja. Esta, en el centro del plato, llevaba un círculo superpuesto de bordado blanco, del cual arrancaba una borla de cualquier color. Vestían camisa y pantalón blancos, gerriko, faja, rojo y corbata de igual color. De las mangas de la camisa pendían polícromas cintas. Un mantón, mantoia, de seda, con flecos del mismo tejido, que podía ser blanco, amarillo, verde, rojo o azul, doblado de forma que resultase de tres puntas, del hombro derecho del bailarín y cubriendo su pecho y espalda, caía al costado opuesto, donde quedaba anudado al par de la cintura. Algunos danzaris lucían un pañuelo de tres puntas. Puesto en sentido inverso a la mantoia, buscaban el contraste de color. Según lo aconsejase el tiempo, cal-zaban alpargatas blancas con cintas coloradas, zapatos o botas.

En la tarde del Martes Asteartita, la makil dantza se bailaba en la plaza.


LATASA

Los Ioteak de este pueblo navarro del Valle de Imoz se celebran el Domingo, Iote Igandea, Lunes, Iote Astelena, y Martes, Iote Asteartea, anteriores a la Cuaresma. Al disfrazado de esta aldea se llamaba txatxua. El txatxua tapaba la cara por medio de un trapo. Con frecuencia se le veía con sombrero de paja, propio de labrador, y una bata de mujer. En la mano lle-vaba un palo con una vejiga, maxkurie, llena de aire, con la cual golpeaba a todo aquél que se ponía a su alcance, en especial a los niños.

En las mañanas del Domingo y Lunes, veinticinco o treinta txatuak cum-plían con la costumbre de la postulación. Hacían el puska biltzea. El Iote Asteartea, los txatxuak se divertían a su aire. En las tres tardes festivas se bailaba el ingurutxo y se organizaba la correspondiente romería. Para la comida y cena de estos días, a lo recogido por los caseríos, los txatxuak añadían la carne de un ternero.

Los Ioteak de Latasa se desarrollaron con normalidad hasta 1940. Posteriormente, sin fecha señalada, se festejaron algún año.


ETXALEKU

En Echalecu tenemos a otro de los pueblos del Valle Imoz. La data de sus Ioteak y el nombre de sus días coincidían con los de Latasa. Mas no así el pro-grama festivo, puesto que el de Echalecu nos llega más rico que el de Latasa.

El grupo de jóvenes del pueblo, mutil kuadrile, reunidos durante las Festa txikik, el 3 de agosto, nombraban, a sorteo, al mayordomo, mutil nagusie, y a su ayudante, mutil lagune. Las chicas, a su vez, el mismo día, designarían a la mayordoma y a su auxiliar. Las dos parejas se ocuparían de la buena mar-cha de los Ioteak.

Por la mañana del Iote Igandea, el mutil-kuadrile postulaba por los case-ríos donde hubiese alguna chica. A la cuadrilla se agregaba un txistulari, que en las fiestas de los albores de siglo solía ser Pantxo, el de Zubieta, a quien más adelante acompañaría su hijo. En el transcurso de este recorrido, las notas del txistu se confundían con los irrintzik, gritos, de los jóvenes.

El producto de esta petición se reducía exclusivamente a la gallina. Lle-vaban a cabo lo que se conocía por ollo-biltzea. Según recogían las aves, las dejaban colgando del aro claveteado de una pandereta, vivas y atadas por las patas. Se trataba de una pandereta de unos ochenta centímetros de diá-metro, y uno de los jóvenes introducía el extremo de la makilla en el parche, que iba reforzado por medio de dos tablillas cruciformes.

El Domingo, el menú de los jóvenes consistía en uno o dos carneros –aariek– sacrificados el día anterior, Iote bezpera. En los últimos Ioteak, los carneros fueron sustituidos por carne de ternero.

Por la tarde, un chico, atendiendo la dirección indicada por el mayor-domo, recogía, visitándola en su casa, a una de las chicas que había contribuido con la gallina, y seguidamente la presentaba en la plaza. Esta operación se repitiría con todas las neskatxek o chicas que habían cumplido con el rito de la postulación mañanera. Pero el mayordomo debía buscar a la mayordoma, y otro tanto haría el mutil lagune con su compañera de idéntico cargo. Había llegado la hora del ingurutxo, y estos cuatro jóvenes, autorida-des a su modo, abrirían el baile. Al ingurutxo seguía la romería. Concluida ésta, las chicas se retiraban a sus domicilios y los mutillek se irían a cenar. Estos, después de abandonada la mesa, al son del acordeón interpretado por el ya mentado músico de Zubieta, quien podía ir ayudado de su hijo, visi-taban a las chicas, y, en el interior de las casas de éstas, bailaban la jota dantza. De esta manera hacían la erronda. La erronda que, junto a la música y el buen humor, llevaba al bertsolari que no dejaría de improvisar su canto:

«Tanporra ta txistue, soñu alegriak ondo dibertitzeko gure euskal erriak. Ez neuken aazturikan Jaunari graziak, gora gure Zubietako soñu jotzalleak».

(El tambor y el txistu, música alegre, para bien divertir a nuestros pueblos vas-cos. Gracias a Dios no los tenía olvidados, arriba los músicos de nuestro Zubieta).

El Lunes y el Martes se repetían el ingurutxo, la romería y la ronda noc-turna. En la mañana del Iote Asteartea, los cuarenta o cuarenta y cinco jóve-nes que formaban la mutil kuadrille, con uno o dos acordeonistas, se dedicaban a la cuestación. Llevaban a cabo la puska biltzea. Recogían chisto-rra, lukainka, tocino, urdaie, huevos y pan. Los jóvenes llevaban varias botas de vino y no se olvidarían de invitar al casero. Como despedida y en obsequio de la etxekoandre dejarían un vaso lleno de vino. Costumbre esta, cuyo origen se podría buscar en la antañona reserva de la mujer a beber con los extraños a su familia. Para acarrear los huevos utilizaban una cesta, el tocino y la chis-torra colgaban de unos alambres y el pan introducían en un saco.

En esta postulación del Martes, algunos figuraban disfrazados con som-brero y prendas de mujer, y con el rostro oculto por un trapo. Estos eran los txatxuak. En contraste, aquellos que no se presentaban txatxututa vestían el mejor traje disponible.

Durante el recorrido harían el amarretako, almuerzo de las diez de la mañana, en la casa parroquial. Todos, incluido el cura, tomaban a cada huevo cocido. Y a cuenta del párroco corría el vino. La postulación terminaba en la plaza. Aquí, en el centro, depositarían todo el acopio, y en su derredor, los mutillek ejecutaban la jota dantza. Los componentes de la mutil kuadrille, como almuerzo del Martes al mediodía tenían sopa de gallina, carnero, gallina, tortilla con chistorra y tocino.

A la romería de este día seguían el mutiko dantza y el gizon dantza. Durante estos bailes, el Ayuntamiento invitaría a vino a todos los presentes.

Así eran los Ioteak anteriores al 1936. En fechas más recientes se han celebrado en días escogidos por los del mutill kuadrille.


MARKINA

Eguen Zuri y Txitxiburduntzi Eguna se ha llamado en Marquina a la jornada de Jueves Gordo. El nombre de txitxiburduntzi –txitxi=carne, burdun-tzi=asador– tiene que ver con la costumbre, que se conserva hoy todavía, de efectuar una merienda campestre en la tarde de este día, siempre que el tiempo acompañe a ello. La comida consiste en huevos y chorizo, principalmente. Para su asado, el chorizo se expone al fuego en el extremo de un hierro o varita de madera con remate afilado.

A los disfrazados y enmascarados de Marquina se conocía por el nombre de kokoxak. El Domingo se veían pocos kokoxak en la calle, puesto que el día princi-pal de las fiestas solía ser el Martes, el Martisen Karnabal o Antzar Egune.

El Martisen Karnabal o Antzar Egune, con la Diana de los txistularis, los kokoxak llenaban las calles de Marquina.

A las dos y media de la tarde comenzaba el antzar jokue. Los gansos colgaban de una cuerda que llegaba de una casa a otra del lado opuesto de la calle Guencalia o Amore Kalea. Los jinetes, sin uniforme o disfraz especial, hacían el recorrido a través de Erdiko-Kalea. Con el objeto de complicar el juego, siguiendo costumbre de otros muchos sitios, el cuello del ganso aparecía embadurnado de aceite, y los que montaban los caballos llevaban salvado en las manos, para facilitar su cometido. Durante el juego, los txistularis interpreta ban la consabida pieza, a cuyo ritmo se debía de sujetar el trote del caballo.

Aquéllos que hubiesen conseguido degollar al ganso exhibiéndolo, daban, en carrera, la vuelta al Prado o Zelai Txiki. Tras esto venían la romería y el aurresku. Y al Domingo siguiente, urrengo Domekan, los gananciosos del juego y sus amigos se reunían en el antzar jana, comida del ganso.


MUNDAKA

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En Mundaka se celebran unos carnavales muy curiosos en los que participan los hombres, a través de los atorras, y las mujeres, mediante las lamiak.

Los atorras, anualmente, comienzan su andar por Mundaka, frente la casa de José María Egileor, uno de los impulsores de esta celebración durante la Guerra Civil y los años de la dictadura, y lo hacen con la primera de las canciones, titulada Aratuste y que dice “Aratuste zara, Aratuste, mundakarrentzat egun obarik ez”, -Carnaval, Carnaval, para los mundakarras no hay un día mejor-, recalca el estribillo de la pieza.

Tras un multitudinario arranque, el séquito, compuesto por unas doscientas personas y un gran número de instrumentos de cuerda, acordeones y panderos, continuó su ronda para llenar de alegría con sus sones todos los rincones de la anteiglesia turística.

La comitiva, está dirigida por la sabia batuta de su director, vestido de etiqueta, en negro, para contrastar con el blanco inmaculado de los atorras. Éstos recorren diferentes calles de Mundaka y llevan a cabo varias paradas obligatorias entre las que destacan las dos residencias de ancianos de la localidad y la calle mayor. En este punto se desarrolla uno de los momentos centrales de la jornada con la interpretación de varias melodías y la presencia de numerosos curiosos. El repertorio musical está formado por cerca de medio centenar de piezas, entre otras las siguientes:

El séquito blanco se mantiene de ronda hasta bien entrada la tarde. Los muelles del puerto y la plazoleta de “Los Txopos”, con el director encaramado a uno de los árboles, acogieron las dos últimas paradas de los atorras.

Esta festividad vivó sus peores momentos durante los años de la represión. Con el paso del tiempo ha renacido con fuerza y en la actualidad disfruta de uno de los momentos más dulces.

Según la leyenda, la pulcra indumentaria de los atorras, constituida de falda, blusón y pantalones blancos, así como una funda de almohada por la cabeza y un pañuelo rojo fue utilizada por primera vez por el conde local Antón Erreka.

Este personaje, que un día llegó a su casa con unas copas de más, se vistió las enaguas de su mujer sin darse cuenta y salió a la calle para escapar a los escobazos de la enojada esposa. Los vecinos creyeron que se trataba de una genialidad más de la primera autoridad local y se dispusieron a celebrar una gran romería que no cesó hasta el toque de ánimas. De esta singular manera popularizó Erreka, sin saberlo, un traje que con el paso del tiempo se ha convertido en los carnavales de Mundaka.

Desde hace algunos años por parte de un grupo de mujeres estas fiestas tienen un aliciente más: son las lamiak. Vestidas y maquilladas como lo debían de hacer las “brujas” que debieron habitar por los alrededores de Mundaka –entre Mundaka y Bermeo hay un lugar que se denomina Lamiarán o lugar de Lamias- en anteriores épocas, al igual, que los atorras, alegran las calles de Mundaka con la música de sus instrumentos musicales y la voz de sus gargantas.

Tienen un repertorio musical muy amplio formado por, entre otras, las siguientes canciones:


LEKEITIO

Si en Marquina, al Jueves Gordo, por hacer fuego y merendar en el campo, conocen por Txitxiburduntzi Eguna, en Lequeitio, por idéntico motivo, a este día llaman Sasikoipetsu, zarza grasienta. El Sasikoipetsu 67, cuya cos-tumbre se conserva, marca el comienzo de los Carnavales, a los que en Lequeitio denominan Aratuzteak. Es el preludio de la fiesta, es el asikeria de los Aratuzteak. Antes, a la caída de la tarde de Sasikoipetsu se podían ver algunas máscaras –maxkariek–, que se retiraban al toque del arimaittakua –avemaría– vespertino.

Al disfrazado de Lequeitio se llama marmo o marmo jantzia. Cuando se aproximaban los Aratuzteak eran varias las tabernas, de las cuales citare-mos a las de «Perutxu», «Petra Laca» y «Severinón», donde se alquilaban los disfraces –erropak– y se vendían las maskarak.

El Domingo no se veía a los marmoak hasta después de terminadas en la parroquia las funciones religiosas de la tarde. Los niños, apostados en puntos estratégicos, al ver a los primeros que abandonaban la iglesia, corrían por todos los rincones al grito de amaitu da eleizakoa, ha terminado lo de la iglesia. Al escuchar este grito se llenaban las calles de marmoak. El aspecto habitual de la villa se transformaba, adquiría esa estampa colorista y bullanguera, tan propia de los Carnavales.

El Lunes salía una estudiantina. Sus componentes iban ataviados con camisa y pantalón blancos, chaque ta azul, de cuyo brazo izquierdo colgaban cintas de distinto color, y boina negra. Calzaban zapato corriente.

El Martes de Carnaval, Martitzen Karnabal, era el Turuturu Eguna. Desde muy de mañana era el día para salir marmo jantzita.


El Domingo de estos últimos años de Aratuzteak se dedica a la fiesta infantil. Los niños visten de pescadores o aldeanos. En Martitzen Karnabal –el nombre de Turuturu Eguna ha caído en desuso–, los niños y mayores se exhiben marmo jantziak. Este día salen asimismo una o dos estudiantinas infantiles y alguna agrupación musical de mayores. Van vestidos con el clá-sico atuendo de estas tunas y, alguna, con blusa y pantalón mil rayas.

Las siguientes estrofas son de Eusebio Mª de Azkue, padre de Resurrección María. Fueron cantadas en los Aratuzteak de 1900, y las dio a conocer de nuevo la Estudiantina Aratuste Alai, en 1964.

I

«Aratuste eguna dala ta

Kalera gaur urteten dogu

Gentia poses betetziarren

Alegina egingo dogu.

Negu txarrari

Kazu ein barik

Sabela bete

Gaur egizu

Antxoa ederra

Agertutzian

Sorrak gustijak

Pagako zus.


II

Escuchad niñas encantadoras

La armonía de nuestro cantar

Y entre dulces caricias sonoras

Pretendemos cariño hallar

Pues preferimos

Por ser mejores

Vuestros amores

Hoy merecer

Cuando pedimos

Que generosas

Nos deis hermosas

Vuestro querer.


III

Leki-to lako erri ederrik

Inun be ezin degu billatu

Bere plai eta kai ederrakin

Ezin lezake guk ukatu

Bertoko jente

Amabli andik

Itxoten dogu

Guk sarija

Poses beterik

Selebratzeko

Gaur gabeko

Aparija.

IV

La alegría de nuestros cantares

Siendo nuncio de dicha y humor

No desprecies nuestros amores

Os pedimos con mucho ardor.

Que en este día

Los estudiantes

Buscan amantes

Llenos de ardor.

Y en su alegría

Niñas amadas

Dulces miradas

Que den calor.


V

Talaitik eta portaleraño

Bana banaka ezango zu

Politagorik

Leki-to baño

Mundu guztijan ez daukazu.

Arrantzaliak

Euren lanian

Bai ate tarrak

Eure nian

Ipiñi daigun

Gure Leki-to

Erri juztijen

Gan ganian.


VI

Sentimos mucho lequeitianitas

Que nuestros cantos hagan final

Os despedimos, niñas bonitas.

Mas no olvidéis lo que es amar.

Pues no penséis

Que aunque vayamos

Nos olvidamos

De vuestra faz;

Vivid alegres

Niñas hermosas

Hasta que vuelva

El Carnaval.

GERNIKA


En Guernica, los Carnavales han sido conocidos por Aratozteak. La fiesta comenzaba el domingo anterior a la Quincuagésima. Este primer día recibía el nombre de Bazaratoste. Por la tarde de Bazaratoste, los guerniqueses se desplazaban al campo, donde preparaban y comían chorizo, huevos y tocino. Allá, los diferentes grupos organizaban su romería, con música de txistu o acordeón, o improvisaban una estridente murga, con las sartenes y otros objetos que encontraban a mano.

El domingo de Quincuagésima era el Aratozte Domeka. Por la mañana de este día se organizaba una cucaña en la Plaza de los Fueros. Un cilindro, de tres a cuatro metros de largo, apoyado en un eje, descansaba sobre dos caballetes. Uno de estos caballetes llevaba una bandera. El cilindro era puesto en movimiento, en continua inestabilidad, por aquel que, a horcajadas, avanzaba hasta hacerse con el trofeo. Resultaba un espectáculo pinto-resco y gracioso. En esta cucaña, que se repetía el Lunes y el Martes de los Aratozteak, la mayoría se presentaba luciendo algún disfraz. El disfrazado recibía el nombre de marro jantzita.

El Martes o Martitxena, en la Plaza de los Fueros, hacia las once de la mañana, se bailaba el aurresku, y los danzaris iban marrotuta.

A continuación del aurresku, en la misma plaza, tenía lugar el juego de gallos, el ollar jokue. A los marrotuak que en él intervenían se les vendaban los ojos con un pañuelo. Se les entregaba una espada y, momentos antes de entrar en juego, se les hacía girar tres veces sobre sí mismos, a veinte o veinticinco metros de donde se colocaba el gallo, que estaba enterrado a excepción de la cresta. Los txistularis, colocados junto al gallo, interpretarían alguna pieza. Esta música servía de orientación a todo aquél que intervenía en el juego pero, si los txistularis gustaban de gastar una broma estos, con sus suaves desplazameintos, servían también de desorientación. Si el marro rebasaba el recinto marcado para el juego, quedaba descalificado. El afortu-nado que seccionaba la cresta, se llevaba el ave.

Por la tarde del Martitxena solían desfilar varias comparsas. Y costum-bre de este día era comer, por la tarde y por la noche, las tostadas, que gra-tuitamente se repartían en los bares y panaderías.


LAS ENCARTACIONES

En Arcentales, Sopuerta, Trucios y Carranza, y muy probablemente en los restantes pueblos de las Encartaciones, solía ser costumbre de los Carnava-les postular por los caseríos. En la cuestación, al son de pandereta se hacían con chorizo, jamón, huevos y nueces. Iban disfrazados de manera descuidada, con cualquier prenda. Había quien llevaba la cara pintada o enmascarada.

Hoy en día, el Martes de Carnaval, algunas familias de estos pueblos mantienen la tradición, de raíz carnavalesca, de comer patas y morros de cerdo, en salsa picante, preparado todo en cazuelas de barro. El postre, pro-pio de la fecha, consiste en unas tostadas.

En Arcentales, al «Puente del Rolante» consideran como la línea divisoria del barrio de San Miguel de Linares con el de Traslaviña. En este puente, el Martes de Carnaval los jóvenes de ambos barrios, varios de ellos disfraza-dos, patentizaban sus mutuos rencores y enemistades. Se enzarzaban en una pelea, a golpe de piedra.


LEITZA

En Leiza, donde los Iotegik se festejaban durante los tres días precuares-males –Zalduniote, Asteleniote y Asteartiote–, no sólo se disfrazaba la juven-tud del pueblo, sino que procuraban también que los caballos se presentaran zomorrotuta, disfrazados. Los disfrazados y enmascarados, independientemente de la forma en que lo hiciesen, recibían el nombre de atxoak. Los mutillek, acompañados por un txistulari postulaban el Lunes y el Martes. El Asteleniote por la mañana recorrían el casco urbano y el Astear-tiote alcanzaban los caseríos. Con el producto de la postulación comían los dos días. Los atxoak se desenmascaraban al toque de oración o amezkilla, y asistían a las romerías, tan indispensables estos días.

Hoy, el tercer domingo de enero y el lunes y martes siguientes, se organi-zan las Festa Txikiak, que vienen a sustituir a los antiguos Iotegik. Se conser-van las romerías y las cuestaciones. Estas corren a cargo de dos grupos. Con música de txistu van a los caseríos, y dos o tres acordeones llevan los mutillek que visitan las casas de la calle. Los atxoak han desaparecido, y el distintivo carnavalesco de la juventud se limita al sombrero, pañuelo y blusa.


ARESO

En Areso, al igual que en Leiza, a los Carnavales se ha llamado Iotegik o Ioteik. En los dos pueblos coincidían los festejos; pero no así los nombres de sus días, que en Areso eran los de Zaldunita, Astelenita y Arteartita.

Los jóvenes, que constituían lo que diríamos la sociedad «Lagun Artea» –aso-ciación y nombre que hemos podido comprobar es común a muchos pueblos–, reunidos la víspera de Santa Agueda, nombraban, previo sorteo –a quienes corres-pondía el As de Oros–, el mayordomo, mayordomua, y su ayudante, bere lagune.

El baile del ingurutxo y la romería, que finalizaba a media tarde, comple-taban el programa del Zaldunita o Domingo. Ingurutxo y romería que se repe-tirían en los dos siguientes días.

En las mañanas de Astelenita y de Asteartita postulaban los componen-tes del «Lagun Artea». El primer día llegaban a los caseríos y el Martes se quedaban por el casco del pueblo. Los jóvenes se disfrazaban –atxauretuta– con sacos, ropas de mujer y sombrero, principalmente, y contrataban a un txistulari y a un atabalero, quienes el Domingo cenaban con el mayordomo y su ayudante. El Astelenita y el Asteartita estos músicos desayunaban, comían y cenaban con los mlembros del «Lagun Artea».

Pero en Areso había otras cuestaciones de Carnaval. Eran conocidos como naranja biltzea, recogida de naranjas, y arrautz biltzea, recogida de huevos, de contenido práctico más amplio que el que nos dan a entender sus nombres, puesto que, junto con las naranjas o los huevos, recibían manzanas, avellanas y nueces. La naranja biltzea corría a cargo de los chicos que no habían cum-plido los dieciocho años, edad exigida, por la costumbre, para pertenecer al grupo de «Lagun Artea». Los chicos de la naranja biltzea, que postulaban el Lunes y el Martes por la mañana, se preparaban atxauretuta, con la cara cubierta por un trapo o, también algunos, con careta de cartón. Se ponían cualquier prenda, y a la altura de la cintura llevaban varios cencerros.

Los miembros del Ayuntamiento, vestidos como de ordinario, pedían tam-bién en las mañanas del Lunes y del Martes, y lo recogido se repartían entre ellos. Hoy, en días que pueden cambiar de un año a otro, los Iotegik de Areso se celebran muy poco. Podemos afirmar que han desaparecido.

ITUREN Y ZUBIETA

Si en otros Carnavales, como en el de Lanz, en las mascaradas suleti-nas y en el que acabamos de ver de Areso, el cencerro figura en un plano secundario y accesorio dentro del conjunto de la fiesta, no ocurre así en los Iñauterik de Ituren y Zubieta. Estos Carnavales, de indudable carácter, llegan a nosotros en función del yoare, zintzarri o cencerro, y a través de sus res-pectivos yoaldunak o Zampantzar, a quienes, por el gorro que llevan, se les llama asimismo ttuntturroak.

El cencerro, al que en el Baztán se llama también garea, aparte de su destino como motivo decorativo, últimamente tan prodigado, y además de su principal empleo, que es en la collera de diferentes animales, ha tenido, y todavía conserva, varios y muy heterogéneos usos.

En el terreno bélico, si acudimos a la antigüedad, no faltan alusiones al yoare. En sus narraciones es frecuente encontrarse con que los contendien-tes se adentraban en el campo de batalla con la hoy conocida expresión de a cencerro tapado.

En el terreno mitológico, el cencerro no se halla exento de facultades mágicas. Su tañido sirve para ahuyentar el espíritu maligno que pudiera haber por sus alrededores. «Si las ovejas hacen sonar el cencerro dentro de la borda, nevará al día siguiente», reza un refrán, y tenemos otro que dice: «Si los caballos en la cuadra no tañen el cencerro, habrá más nieve». Según Azkue, en Valcarlos, para que la desdicha no cayera sobre los animales domésticos, meten en un gran cencerro laurel bendecido, cera bendita y un hueso de ave de caza mojado en agua bendita. De antemano, un sacerdote debe bendecir estos objetos, y después de bien cerrado y cubierto el cence-rro, se coloca en el umbral de la puerta y se hace que sobre él pasen los carneros, ovejas y corderos. El ganado que ha pasado por esta puerta no suele tener enfermedad. Como curiosidad, y recogido asimismo de Azkue, traeremos a colación el cencerro de San Antonio.

El cencerro o zintzarri lo vemos asimismo en algunos de nuestros danza-ris, que lo llevan a manera de diferente tipo de cascabel, así como en las cencerradas, toberak, de tipo burlesco, que pregonan la boda de algún viudo o viuda.

También el tañido del cencerro se halla presente en el Carnaval. Y éste, y no otro, ha sido el motivo de nuestra digresión cencerril.

Previo acuerdo de los mozos de Ituren y Zubieta, estas fiestas de Carna-val se celebran un lunes y martes cualquiera de los comprendidos entre la Epifanía y el martes siguiente al domingo de Quincuagésima.

Los yoaldunak son grupos formados por mozos de los dos pueblos cita-dos, y su número no es siempre el mismo. Con frecuencia varía, no sólo de un año a otro, sino también de un día al siguiente.

Ituren cuenta con dos grupos de Zampantzar, que representan a los barrios de Ituren y Aurtiz, y Zubieta, con uno.

El Lunes de Carnaval, el grupo de Zubieta, con la autorización del alcalde de Ituren, visita esta última villa, y al día siguiente, los de Ituren devuelven el cumplido a su vecino pueblo.

Los yoaldunak llevan a cabo la exhibición con seriedad y disciplina; como si se tratase de un rito sagrado. La melodía musical para este cortejo de Carnaval es –observa Francisco Arrarás– de ritmo binario75. Durante las dos jornadas, estos grupos de danzaris, con el acompasado movimiento de cintura, que hace sonar a ritmo al descomunal yoare, sudorosos, poniendo a prueba su resisten-cia, actúan ininterrumpidamente en las calles y tabernas de los dos pueblos.

El yoaldunak de Zubieta lleva camisa blanca; pero el de Ituren va con un chaleco de piel de oveja, con dos solapas que le caen sobre el pecho, dejando al descubierto sus brazos. Una faja de piel en la cintura es impor-tante e indispensable en el yoaldunak, puesto que en ella se sujetan los cencerros. De este amarre depende el sonido del yoare.

El pantalón, por lo general azul, es el corriente y va cubierto con una ena-gua almidonada y planchada hasta las rodillas. Hasta unos años atrás iban con partanak y abarcas de cuero, ahora llevan zapiñak y zatak de goma. El gorro, cónico y de medio metro de altura, conocido por ttuntturro, es lo que más llama la atención en el danzari. Su base va orlada por encaje de punti-lla y polícromas cintas. Este gorro es rematado a su vez por otro como con filigranas que nos evocan al cucurucho de las antiguas hilanderas. De este cono arrancan varias plumas de cola de gallo.

El yoaldunak lleva en la mano derecha un látigo, que es conocido por isopo. El isopo es de mango de madera y, sujeto por medio de una cubierta de piel con tachuelas doradas, lleva pelo de cola de caballo. A partir de cierta hora, con este látigo, los Zampantzar ahuyentan a los niños de la plaza pública. Hacen que se refugien en sus respectivos domicilios.

Los Zampantzar, ajustados por medio de una cuerda que hace de tirante, lle-van a su espalda dos yoareak pequeños y sin badajo. En su cintura, como hemos indicado ya, van las dos polunpak, cencerros. Estos yoareak van colocados de manera que no suenen indebidamente ni molesten al danzari. En Ituren hay un hombre encargado de colocarlos, y éste recibe el nombre de maestro aparejador. Los yoaredunak –en Zubieta– o yoaldunak –en Ituren– desfilan en dos hileras.

Hasta hace unos años, los de Ituren acostumbraban a trasladarse a la vecina villa de Santesteban. Para ello precisaban cruzar el pueblo de Elgo-rriaga, de cuyo alcalde recababan el permiso en los siguientes y parecidos términos: ¿Cómo quiere que pasemos por Elgorriaga, ixilik o yoka? –en silen-cio o cencerreando– A lo que el alcalde, previo enterado de que en sus domi-nios no había algún vecino de cuerpo presente, contestaba: yoka, yoka.

A los ttuntturros los hemos visto actuar en varias ocasiones. Por feliz coincidencia, nos ha tocado verlos también en lugar algo apartado a sus pueblos. No hace muchos años que los hemos podido conocer en Tolosa, así como en la pastoril villa zaldibitarra, a la caída de una tarde otoñal, con motivo del homenaje a Iztueta.

El efecto que producen estos yoaredunak es impresionante. Su presen-cia, acompañada de intenso cencerreo, nos predispone a que en nuestro magín se conjuguen lo real y lo imaginativo. Nos transportan a una época primitiva de nuestro pueblo.


HUICI

Los jóvenes de Huici –en el Valle de Larraun–, reunidos en el grupo de «Lagun Artea», el 8 de septiembre nombran al mayordomo, mayordomoa, y a su ayudante, mayordomo lagune, quienes serán los llamados a cuidar de los detalles que conciernen a las fiestas que, en el pueblo, se celebrarán dentro del ciclo anual.

Los Ioteak de Huici comienzan, por lo general, el 6 de enero, y se redu-cen a la romería de los tres días y a la postulación, puska biltzea, de la segunda y tercera jornadas festivas. Los jóvenes, con blusa o bata de mujer y sombrero, como distintivo festivo, una mañana visitan a los propietarios o vecinos, bezinoak, y en la siguiente llaman en todas las puertas: en la de los propietarios y en la de los inquilinos o maxtarrek. Para sus comidas cuentan con los locales de la casa Concejil y las tabernas de «Mainea» y «Angele-nea». Y anotaremos que el Concejo pone, gratuitamente, a disposición de los jóvenes, un barril de ciento veinte litros de vino. Interrumpiendo la última romería, y siguiendo añosa costumbre, las chicas y los chicos se reúnen en una chocolatada.

Hasta su prohibición oficial, los Ioteak se festejaban en Quincuagésima o Igandeiote, Asteleniote y Astearteiote.

Al Jueves Gizakunde correspondía el comienzo de los Ioteak. Venía des-pués Emakunde, que coincidía con Jueves Gordo

En Gizakunde, la chica, agarrando del cuello al mutil, le espetaba: Zer aintzen diazu? –¿Qué me prometes?– La respuesta podía quedar en una sonrisa, o bien en un beso o en el ofrecimiento de algún obsequio, como pañuelos, caramelos, etc.

En Emakunde serían los chicos quienes, empleando igual método, devol-verían la pregunta a las chicas. Y en Emakunde los niños y las niñas postula-ban con el estribillo:

Txistor mistor, Emakunde; ematen duna leala, ematen eztuna zimurre –Txistor mistor, Emakunde; simpática la que da, y rácana la que no corresponde–.

Desde hace dos años, los jueves de Gizakunde y Emakunde de Huici pasan inadvertidos. En aquellos Ioteak se bailaba el ingurutxo y, hasta los albores de siglo, se preparaba el antzara jokue. Algunos que intervenían en este juego se presentaban con camisa blanca, y otros lo hacían con blusa.



VALLE DE ARAIZ

En Gainza y en Uztegui los Carnavales se han conocido en la Candelaria. Son las Carnestolendas que, al igual que en otros pueblos del Valle, reciben el nombre de Ioteak.

Hasta hace treinta y dos años, en los Ioteak de Uztegui y Gainza organiza-ban, para después de Misa Mayor, el antzarre jokue. Además de este número festivo, el día primero de febrero recorrían en cuestación, acompañados de un txistulari, los caseríos, para, después, dar cuenta de los ingresos –bien en metálico o en especie– en una reunión gastronómica. El txistulari solía ser tam bién el encargado de animar el baile en la plaza, aunque en los últimos años ha figurado el acordeonista. De aquellos txistularis, respetando el orden crono-lógico, traeremos a colación los nombres del conocido por «Ezkerra» o «Miltxo», del caserío «Miltxonea» de Gainza, de Martín Miguel Goicoechea, que, nacido en Inza, tuvo su residencia en Gainza, en la casa de labranza «Arrazti», por cuyo nombre era llamado, y Juan Antonio Sarasola, de Bedayo. En estos Ioteak no se estilaba el disfraz. Unicamente, a guisa de motivo festivo, se llevaba al cuello un pañuelo rojo. Hace cuatro años se dejó de celebrar el Iote de Gainza. En Uztegui, sin cuestación, continúa con la fiesta del día de la Candelaria.

En Inza, el Iote se celebra por Reyes y en el biramonean, día siguiente. Los Carnavales de Inza de estos últimos años se reducen a la cuestación y al baile; pero, antes, se preparaba el antzarre jokue.

Para el Carnaval de Azcárate se reservaban el miércoles y jueves anterio-res al domingo de Quincuagésima.

Y si bien en uso la voz Iote, solían ser más conocidos como Emakun-deak. El jueves era el Emakunde Eguna, y el mismo día de la semana ante-rior, Gizakunde, cuando el chico, sujetando a la chica por el cuello, preguntaba: Zer aintzen diazu?

El último antzarre jokue de Azcárate fue el de los Emakundeak de 1934, y este espectáculo tenía lugar al mediodía del miércoles o Emakunde bez-pera. En los dos días se prodigaban el txistu y el acordeón, y los jóvenes se reunían en la taberna, alrededor de una buena y abundante mesa.

Los mutillek, la mañana de Emakunde dedicaban a la postulación. Para ello formaban dos grupos: el de los mozos y el de los chicos más jóvenes. Muy a menudo, en ambas cuadrillas se podía escuchar el txistor, miztor Ema-kunde. Los más jóvenes visitaban todos los caseríos. Los mayores, los incluidos en el «Lagun Artea», en su recorrido de puska biltzea llamaban sola-mente a la puerta donde podían encontrar a la joven casadera. Esta les obsequiaría con el donativo de dos pesetas –cantidad fijada por la costum-bre y en años respeta da– y un amaiketako, aperitivo de las once de la mañana. El administrador de la cuadrilla, nombrado por sorteo hecho por el alcalde, recibía el nombre de mayordomoa, y sus funciones eran las ya vistas y conocidas anteriormente. Los Emakundeak de hace diecinueve años serían los últimos de Azcárate.


CIGA

Hasta hace unos años, el Iñaute del Valle del Baztán coincidía con la Quincuagésima y los dos días siguientes. En Ciga, los cuatro jueves anterio-res a esta fecha han conservado el significado festivo: Emakunde, dedicado a las jóvenes: Andrekunde, a las mujeres; Gizakunde, a los hombres, y Ora-kunde, Jueves Gordo, fiesta de carácter general.

Ultimametne, el comienzo del Iñaute de este pueblo coincide con el domingo de Sexagésima. La fiesta de este día se limita a la romería en la plaza. El Lunes a la mañana, los mozos, acompañados del txistu o acordeón, postulan por los caseríos, y allá donde la hora lo aconseje, se quedarán a comer. Después de la romería, con el producto de la cuestación, cenan en la taberna. El Martes por la mañana prosiguen la petición y comen en la posada. Por la tarde, romería.

El Miércoles, continuando con la cuestación, visitan las casas próximas a la Iglesia. A media tarde preparan unas tortillas, que, gratuitamente, las repartirán a todos aquellos que se acerquen a la plaza. A la tortillada seguirá la romería.

El Jueves, como hemos dicho, es Orakunde, el último día del Iñaute de Ciga. Siguiendo con la costumbre de las jornadas precedentes, no faltarán la postulación mañanera, la comida en la posada y la romería.

Mas, a continuación de la sobremesa de Orakunde, se organiza un simu-lacro del ollar joku. En Ciga, la fiesta del gallo es una imitación del auténtico juego. Se vendan los ojos de los participantes, en sus manos se pone una espada de madera, que el chico la hace y guarda en su casa, y para ser pre-miado le basta tocar con ella la cresta que sobresale del gallo enterrado.

Los jóvenes se disfrazan todos los días que dura el Iñaute, a excepción del jueves Orakunde. Algunos disfrazados, mozorroak, ocultan su cara con un pañuelo. Y en costumbre que no es exclusiva de Ciga, los niños les cantan: Mozorro zinko, mukizu, sobera, sobera, ba dakazu.


ORONOZ

Dos o tres domingos antes de la Quincuagésima comienzan los Iñauteriak de Oronoz. Se festejan el Domingo o Iñaute Igandea, el Lunes Astelen Iñautea o Iñaute biaramona, y el Martes Astearte Iñautea o Iñaute irugarrena. A los mozorroak, que hoy no figuran en la fiesta, se decía: Mozorro cinco, cuarenta y cinco, mozorro seis, cuarenta y seis.

En la postulación del Lunes y Martes por la mañana, con txistu o acor-deón, uno de los mutillek lleva un asador de cordero –gerrena–, donde irá colocando, cruzados, el chorizo y el tocino. Durante la fiesta, los mozos comen y cenan en el Concejo o Erriko-Etxea.

El Orakunde, Jueves Gordo, de este pueblo de Baztán celebran los niños. Los niños y niñas, con pañuelo de color al cuello y sombrero de papel, hecho en la escuela, piden dinero, chistorra, tocino y leche, para hacer natilla. Des-pués, con el producto de la cuestación acompañados del alcalde, el cura, los txistularis y ei alguacil, comerán en la escuela.


BERUETE

Los Iyoteak de Beruete, en Basaburua-Mayor, nos llegan incluidos en la segunda quincena de enero; pero, hasta el año 1936, se festejaban en los tres días anteriores a la Cuaresma. Veamos cómo eran los Carnavales más antiguos que se tiene noticia en la aldea, que salvo el cambio de fecha, ape-nas difieren de los actuales.

El Jueves Gordo correspondía a Emakondo, y el mismo día de la semana anterior era Gizakondo, tiempo ha no celebrado.

El Emakondo Eguna, el hombre fuese casado o soltero, cogía del cuello a la mujer, y le formulaba la pregunta que nos es conocida.

El sábado, larunbata, se despachaban dos o tres carneros, aarik, y, estos últimos años un ternero. A este cometido seguía la cena de los mózos, quienes para todas las comidas y preparativos de los Iyoteak habían escogido una casa.

El Domingo era el Iyote Eguna. La cuadrilla de jóvenes tenía mucho de improvisada. En la plaza solía ser frecuente escuchar al joven, que pregutaba: Lagun artea sartu beao? O bien, Lagun artea o mutilleta joan beao? –¿Vas a pertenecer, te vas a sumar, al grupo de jóvenes del Lagun artea?

Para los mutillek, con el almuerzo o desayuno comenzaba el Iyote Eguna. Después, a las notas de un acordeón, saldrían en kale-gira, en erronda. Los jóvenes, la mayoría a cara descubierta, podían ir con blusa y pañuelo al cue-llo, o vestir ropa de mujer. Y a todos se les conocía como mozorroak. El ingu-rutxo y la romería llenaban la fiesta de la tarde. Mas, antes, el mayordomo, mutil nagusia, y su segundo, mutil nagusien laguna, buscaban a su respec-tiva chica o neskatxe. Se trasladarían a la casa de ésta, y allá no les dejarían de ofrecer chocolate con bolado –azucarillo de línea aplatanada–, y una pipe-ropilla, rosquilla. En la plaza, las dos parejas abrirían el baile. A su interven-ción seguirían el ingurutxo y la romería, que finalizaba con el illun-ezkille, llamada de oración.

El Lunes era el Iyote bigarrena. Al almuerzo seguía la postulación por los caseríos o bordak. El acordeón amenizaba el recorrido. Los jóvenes se hacían con huevos, tocino y chistorra. Y en la casa donde hubiese una chica, ésta correspondía con una gallina. Ave que, atadas sus patas, acarrearían colgada de un palo que iba de hombro a hombro de dos mutillek. El pro-grama vespertino del ingurutxo y la romería se repetía los tres días.

El Astearte Iyote Eguna o Martes de Carnaval, en paradoja no tan rara, tenía comienzo religioso. Los mozos asistían a la misa en sufragio de sus compañeros fallecidos. A continuación del desayuno postulaban por las casas de la calle. En la posada de Beruete pudimos escuchar una vasta improvisación de Ezequiel Arano, alusiva a aquellas cuestaciones. Y al canto de este gizakia de Basaburua Mayor pertenecen estas dos estrofas:

«Bertsoak jarri bearttut Iyotetarako, gañera gaztetasun dibersiorako. Auxen da onrra ona Euskalerrirako» . (Tengo que dedicar unos versos a los Carnavales, y para la diversión de la juventud. Son una honra para el País Vasco).

«Orain asi bear det neskatxa oiekin. Konformatzen badira nere esanakin. Ortxe ibiliko gera makil zaar batekin, konbidatzen gaituzten ollotxo banakin».

(Ahora debo empezar con esas chicas. Si se conforman con lo que les digo. Ahí andaremos con un palo viejo, veremos si nos invitan con cada gallina).

En la comida del Martes de Carnaval, el párroco se sentaba con los mutillek. Y a la tarde, haciendo un alto en la romería, los mozos, en su casa cen-tro de reunión, mutillen etxean, invitaban a las chicas a un chocolate. Por su parte, más tarde, el Concejo preparaba izorrakapote –vino cocido, con canela, higos y azúcar–, para todos aquellos que participaban en la fiesta.


BETELU

En Gizakunde tenían el primer día los Ioteak de Betelu. A Gizakunde seguía el jueves, último anterior a la Cuaresma, que solía ser Emakunde. En Gizakunde, la chica, neskatoa, poniendo las manos en el cuello del chico, mutikoa, decía las palabras de costumbre. repetía la frase obligada en este lance, similar a la de otros pueblos, algunos de ellos ya citados. En Ema-kunde, siguiendo el mismo juego los preguntones serían los mutikoak.

En Igande-Iote, Domingo, a la hora de la romería, salían los disfrazados, los lla-mados ñañarroak o mozorroak. Unos llevaban la cara oculta por un pañuelo o, como en los últimos Ioteak, en la década de los años treinta, iban enmascarados. A las campanas del ángelus vespertino, illun ezkille, se retiraban los ñañarroak.

Con la Diana de los txistularis comenzaba la jornada festiva del Lunes, Asteleniote. A las diez tenía lugar el antzara-jokua. La plaza sería el escena-rio de este juego. Los caballos llevaban collarones de cascabeles, adorna-dos con cintas de diferentes colores. Y cintas y cascabeles embellecerían también sus colas. En la montura lucían llamativas sobrecamas.

Los jinetes se presentaban con boina blanca o roja, adornada con cintas de distinto color, camisa –atorra– y pantalón blancos, pañuelo de seda al cuello y alpargata blanca con cintas de color. Llevaban un escapulario, como ayuda para evitar cualquier accidente. El primero del grupo, el capitán, y el último, azkendaria, tocados con boina negra, iban trajeados, sin ningún distintivo, como en los días festivos de todo el año.

Como miembros del «Lagun Arte» se conocía a todos aquellos que intervenían en el juego. Ellos podían ser catorce, dieciséis o dieciocho, puesto que el número variaba, con facilidad, de un año al siguiente.

El «Lagun Arte» se reunía la noche de Reyes y, a votación, nombraría a dos mayordomos, a cuyo cargo corría la preparación del programa festivo y su ulterior llevado a la práctica.

En cada juego de gansos se colgaban tres de estas aves. Con objeto de evitar una prolongación excesiva del espectáculo, en Betelu no se permitía embadurnar de aceite el cuello del ganso.

Finalizado el antzara-jokue, del mismo arco de madera, urkabea, se pen-dían tres piparopillek de gran tamaño, de unos cuarenta centímetros de diá-metro. De cada piperopille colgaba a su vez un anillo metálico. El jinete, al pasar, tenía que introducir y dejar en el anillo un gancho que llevaba en la mano. El juego terminaba cuando en cada anillo se dejaba el gancho. Tanto para el antzara-jokue como para las piparopil urkabekoak, rosquillas del arco, el txistulari reservaba su musica.

Las piparopillek pagaban el capitán, el azkendari y el que se hallaba al frente de la taberna de la Casa Concejil. Los trozos de las rosquillas se repartían entre los familiares y amistades de los componentes del «Lagun Artea». A la tarde salían los ñañarroak y la romería finalizaba con el illun-ezkille.

El Martes o Astearteiote, muy de mañana, el txistu se hacía sentir por las calles de Betelu. A las diez, la juventud se daba cita en la plaza. Los del «Lagun Artea», vestidos igual que para el antzara-jokue, llevaban a cabo la postulación, puska biltzea, que debía concluir al mediodía. A continuación, cada uno de estos mutikoak se dirigía a la plaza, acompañado de su her-mana o una vecina, barride, éstas sin distintivo carnavalesco alguno, y daba comienzo la karrika dantza, a través del pueblo. En determinados puntos del trayecto, el capitán y el azkendari bailaban el zortziko. Detrás de los danzaris se veía a los ñañarroak. Después de la karrika dantza, los miembros del «Lagun Artea» se reunían en el Concejo, en cuya taberna comían con lo recaudado en la cuestación.

Los casados bailaban el ingurutxo en la tarde de Astearteiote, y el Ayuntamiento ofrecía vino a todo aquel que acudiese a la romería.

La tarde del Miércoles de Ceniza solía ser asimismo feriada. Por lo gene-ral se celebraba alguna apuesta de hachas. Más tarde, era costumbre seguida por muchos la de acercarse a la iglesia y tomar la ceniza.



ALAVA

Auñamendi Eusko Entziklopedia y Kepa RUIZ DE EGUINO (http://www.euskonews.com)

Hoy en día apenas quedan Carnavales Rurales en Álava: Zalduondo, Okariz, Santa Cruz de Campezo y Salcedo. Y los recientemente recuperados del valle de Kuartango y los pueblos de Ilarduia-Egino-Andoin (Asparrena).

Antaño, antes de la Guerra Civil, la mayoría de los pueblos alaveses gozaban de un festejo que ponía colorido y música a sus austeras vidas. No era un espectáculo para ser contemplado, sino vivido; era una fiesta en el sentido pleno de la palabra, un acontecimiento donde todos lo vivían con gran ilusión, sobre todo los jóvenes, que eran los actores principales de la misma.

Vestimenta

Personaje del Carnaval de Santa Cruz de Campezo.

En general, los jóvenes no compraban nada (excepto, en algún caso, las caretas); todos los materiales los conseguían de los desvanes, cuadras y cabañas de su propia casa. Utilizaban vestidos viejos, sacos, pieles, sobrecamas, capotes de los pastores. Los más valientes desafiaban el frío, saliendo desnudos de cintura para arriba, pintados de negro. No era extraño usar elementos vegetales para ocultar la identidad: hojas y pelo de maíz, hiedras.

En la cabeza portaban gorros de paja o de lana, pasamontañas. El rostro lo encubrían con máscaras, mantillas, medias, huesos, nabos, cintas; también con pintura negra o roja. Era fundamental que nadie les reconociese.

En las manos llevaban diversos elementos: vejigas de cerdo hinchadas (“putxikas”), palos largos, horquijas/sardas, trallas de gatos o yeguas, escobas, mimbres, hisopos de crin de yegua, porras de pastor, varas de avellano. Con ello perseguían a los niños de la localidad, los cuales podían refugiarse en el pórtico de la iglesia, lugar inviolable por los disfrazados.

Era común que portasen diversos instrumentos con los que producir un fuerte ruido: carracas, matracas, almireces, cascabeles. También emitían “irrintzis” u otros gritos.

A los jóvenes les gustaba imitar los diversos oficios de su entorno y se disfrazaban de pastor, herrero, quincallero, hojalatero, cura, barrendero.

Para evitar ser reconocidos, disimulaban su identidad con defectos físicos: cojera, chepa, barriga enorme. Algunos eran enanos o gigantes.

Para recoger la comida llevaban cestos con paja para los huevos, cazuelas, cestas, alforjas.

Personajes

Con frecuencia nos encontramos a un personaje principal: Markitos (Zalduondo), Hombre de Paja (Ilarduia-Egino-Andoin), Porretero (Salcedo), Toribio (Santa Cruz de Campezo), etc. Le acusan de todos los males acaecidos en la población a lo largo del año, ejecutándolo por ello.

También vemos a otros personajes habituales; uno de ellos es la Vieja. En algunos lugares era ella la protagonista de la fiesta a la que se le quemaba.

El Oso es bastante habitual en el Carnaval Rural de Álava. Se conserva en Kuartango y Zalduondo; antaño también salía, al menos, en el Carnaval de Ullíbarri-Arana, Ametzaga Asparrena, Araia, Aramaio, Salinas de Añana, Andoin y Fresneda.

Era costumbre que dos jóvenes hicieran de bueyes, para arrastrar un carro en el que transportaban las aulagas para el fuego de la plaza.

En diversos lugares, tres jóvenes representaban a la autoridad local. Salían disfrazados con sus peculiares capas y marchaban al final de la comitiva carnavalesca.

Carnaval de Ilarduia, Egino y Andoin.

Tiempo de transgresión

Carnaval ha sido el tiempo de la transgresión. Se manifestaba, por ejemplo, en el robo. Los jóvenes, además de lo que les daban las mujeres de la localidad, se apoderaban de todo lo que encontraban a su paso: gallinas, conejos, huevos, cazuelas con comida, etc. Compartir estas aventuras en las tertulias se convertía en un momento de gran deleite para ellos.

Al paso de la comitiva carnavalesca, los disfrazados podían arrojar o manchar con diversos elementos: ceniza, harina, agua... Incluso la basura fue muy utilizada en estas lides. Acudir a este festejo con un destacado y buen vestido invitaba a ser el centro de las miradas de los disfrazados —y no era precisamente para bien—.

En muchos Carnavales, las cerraduras de las casas terminaron cegadas con hormigos (dulce elaborado con miel y harina). Si esa noche helaba, los vecinos afectados no podían abrir la puerta de su casa.

Las escenas jocosas se repetían de una u otra manera. En muchos casos representaban a situaciones reales: un embarazo problemático, una relación no aceptada (un viejo casado con una joven), un defecto conocido (bebedor, usurero), un enfrentamiento entre vecinos, etc. Todos reían... menos los afectados.

Eran muy habituales las bromas juveniles (esconder un apero de labranza, etc). Todo era posible. Algunas de estas bromas han quedado inmortalizadas en el recuerdo de nuestros mayores, como cuando los jóvenes de una localidad quitaron las ruedas a un carro e introdujeron la vara por la chimenea de una casa, dejándola allí, a modo de estandarte.

Durante varios días no faltaban la comida ni la bebida. La música animaba los pasacalles y las tertulias. Se dormía poco y, normalmente, en los pajares.

El Carnaval de Agurain

Algunas localidades, por su mayor tamaño y por ser la capital administrativa de una zona, se convertían en focos de atracción para los jóvenes del entorno —al menos alguno de los días del Carnaval—. Uno de los más significativos fue Agurain. Los Carnavales de esta villa fueron los más importantes y espectaculares de La Llanada.

El carnaval en Agurain comienza el jueves anterior. Más de un centenar de niños de las ikastolas de Agurain rememoran ésta antigua tradición del “Jueves de Lardero”, con el que se anuncia la llegada del Carnaval.

Hace unos años se inició la tarea de recuperar este festejo. Con la colaboración de José Ignacio López de Luzuriaga, músico aguraindarra y profesor en el Conservatorio de San Sebastián se recuperó una versión de la canción de Lardero:

“Lardero Agurainen

Jai zoragarri

Neska eta mutilen

Ohi ihauteria

Zoriondu nahi ditugu

herriko guztiak

egun on bat denori

ta ahaztu miseriak

Lardero, Lardero

Neska mutilak ero

Lardero, Lardero

Bada ihauteria

Lardero, Lardero

Neska mutilak ero

Lardero, Lardero

Guztio eskerrak!

Lardero lagunak

Izatez zintzoak

Behartuta eguten dugu

Eskalearena.

Ezuzte ta nekeak

Arren hurí barka

Ta poltsan sar (e)zazue

Ahal duzuena”

Se trata de una fiesta en la que los niños son los protagonistas. Recorren las calles disfrazados, haciendo una cuestación, de dinero y alimentos, para celebrar una merienda.

.En Agurain es el domingo cuando se celebra el carnaval rural. La fiesta de los carnavales en Agurain goza de una gran tradición. De ella se tienen noticias al menos desde 1678.

Si toda fiesta que se precie es del pueblo, el Carnaval es la fiesta de la gente del pueblo en la calle, la liberación y la locura colectiva. Desde muy antiguo se han celebrado las fiestas de Carnestolendas en nuestra tierra. En el Archivo Municipal de Agurain se le cita en 1678. Desde esta fecha se refleja en numerosos escritos, mostrando la gran importancia que tuvieron en nuestra villa como centro de la comarca.

Siglo XVI. Auto del Real Oficio de Justicia sobre cierta quimera el día 12 de febrero por la noche entre varios mozos resultando herido uno de ellos llamado Martín Ruiz de Luzuriaga.

Durante varias noches andaban “persiguiendo a las criadas de servicio, apagándoles los faroles que llevaban encendidos, rompiéndolos y tratándolas mal de palabra y obra, profiriendo palabras escandalosas, torpes y deshonestas y escandalizando al pueblo, rompiendo la paz y sosiego público de que gozaba”.

El cirujano vio la herida y por tratarse de la cabeza “la principe del cuerpo y la estación del tiempo” le mandó guardar reposo para no sufrir “consecuencias melancólicas”. Varios mozos habían estado desde las seis a las ocho de la tarde divirtiéndose en casa de Gregorio Martínez de Alangua; después salieron por la calle Zapatería hasta la plaza de San Juan con una guitarra y pandereta y detenidos un rato en la plaza se dirigieron hacia la calle mayor donde se había armado una quimera en la esquina donde habitaba D. Leandro de Osete, entre varios mozos; unos llevaban piedras y otros, palos. Las guitarras quedaron rotas y les dio por jugar a romper faroles a todos las que pasaban por la calle.

Eran carnestolendas en Salvatierra e iban un tanto disfrazados, todos de blanco y uno de militar. Todos eran menores de 25 años y solteros. Sus profesiones u ocupaciones eran: herrero, cirujano, tejedor, chocolatero, arriero, ministro de a pie, es decir, empleado en rentas reales y resguardo de la real aduana, cursante de leyes en el universidad del Colegio Real de Oñate, sastre, etc.

Se les apercibió “de que en lo sucesivo se abstengan de tan impropios procedimientos, se conduzcan a una vida cristiana; se aparten de las ocasiones de ofender al prójimo; se recojan a sus hogares y casas al toque de queda y silencio, sin salir de ellas al de las oraciones sin farol y luz artificial; absteniéndose de formar pelotones y juntas en las calles; dejando a las gentes vayan por su camino”.

Archivo Municipal de Agurain

El carnaval continuó en Agurain hasta 1936, año en que fue prohibido, En el año 1983, un grupo de jóvenes realizó un trabajo de investigación en el Archivo de Agurain y una encuesta entre las personas mayores que habían conocido el carnaval.

Además son interesantes las Ordenanzas Municipales de 1892 sobre los carnavales, en los art. 37-38-39-40-41-42.

A principios de siglo, cuenta Larramendi, se celebraba una misa y tras rezar una oración de desagravio por los abusos, inmoralidades y ofensas que pudieran suceder durante los días del Carnaval, el Sr. Párroco impartía la bendición.

Una vez disfrazados, de porreros o con ropas usadas y extravagantes, las cuadrillas de amigos entre las que se cuenta con quien sabía tocar el txistu, el acordeón o la guitarra animaban la fiesta a los que se agregaban otros chicos y chicas para bailar por la calle la jota o las biribilketas. Tenía más concurrencia la que se organizaba al terminarse el baile del anochecer recorriendo la Calle Mayor de una plaza a la otra finalizando el baile callejero.

Foto: Archivo Ruiz de Eguino.

Al anochecer, al toque de oración, se quitaban las máscaras. A quien no lo hacía, los empleados Municipales les obligaban a quitársela en cumplimiento de las ordenanzas de la villa de 1.892.

La duración era de tres días. La concurrencia a los festejos del domingo la componían mayoritariamente los residentes de la localidad, por que en muchos pueblos de la comarca celebraban también la fiesta. Lo tradicional era venir a la Villa el lunes.

Los grupos de cada lugar eran muy unidos, la diversión era colectiva, todos disfrazados con telas estrafalarias y gorros, traían sus guitarras, algún pandero, acordeón y se divertían sin molestar a nadie. Con permiso de la autoridad actuaban en la plaza acordeonistas profesionales que tenían organizado con cobradores que se acercaban a los mozos que bailaban para que paguen la “voluntad”. A las parejas de mozas que bailaban no se les cobraba.

Carnaval de Zalduondo.

Como lo que les daban los vecinos no era suficiente, utilizaban todo tipo de estratagemas para hacerse con más comida. Los mozos “robaban” en sus propias casas; uno iba a su casa y entretenía a sus padres utilizando alguna disculpa, mientras tanto, los otros iban a la cuadra, al lugar señalado de antemano por el joven de la casa, y cogían todos los huevos que podían. En otra casa hacían la misma función con otros alimentos: una gallina, chorizos, queso... Si les veían, no les hacían nada, pero tampoco se lo dejaban llevar.

Tiempo atrás, este robo lo hacían los alguaciles del grupo. Sobre todo disfrutaban apropiándose de lo que las mujeres habían depositado en las ventanas norteñas, para su refrigeración.

Para poder aprovisionar sus despensas festivas también sacrificaban algún animal. En una ocasión llegaron a matar un carnero.

En la mañana del Lunes, desde muchos pueblos de los alrededores (al menos desde Ilarratza hasta Egino) acudían los jóvenes con sus propias carrozas. Había una gran variedad de disfraces e instrumentos musicales. Eran carros tirados por bueyes o caballos, adornados con ropas estrafalarias y ramajes. En él iban los jóvenes más juerguistas, representando alguna escena cómica; los demás iban por detrás de la carroza. Las carrozas se reunían en la plaza de San Juan —en su lugar asignado— y hacían un desfile por toda la Calle Mayor hasta la iglesia de Santa María. Algunos jóvenes acudían para todo el día, por lo que llevaban la comida; otros, sólo por la tarde. Algunos iban disfrazados; no era extraño que acudieran con escobas, golpeando con ellas a los presentes.

El Martes de Carnaval, por la mañana, no faltaban los jóvenes a la misa; teniendo que ayudar los alguaciles a la misma. En ese día, los jóvenes invitaban a comer al cura y al alcalde.

Por la tarde, los jóvenes se vestían de “Porreros” (antiguamente se les denominaba “Morrokos” o “Porrokos"), con pieles, trapos viejos, sacos, etc. El rostro lo cubrían con caretas o lo llevaban pintado. Otros iban desnudos de cintura para arriba, con el cuerpo y la cara pintados, “como si fuesen moros”; no se les reconocía. No faltaban algunos chicos que salían con sayas de mujer. Entre los personajes habituales no solían faltar la “Vieja”, la “Oveja”, la “Cabra”... Portaban cencerros, cencerrillas, cascabeles, carracas. Perseguían a los niños con “zumas” (mimbres con los que hacían las cestas), látigos hechos con crin de caballo o putxikas. Arrojaban ceniza, harina o salvado a los espectadores.

A los dos jóvenes más fuertes se les uncía, a modo de bueyes; para ello se les ponía el yugo sobre los hombros y, tras ellos, llevaban un carro. Sobre el carro transportaban un pellejo con vino. Donde había gente, se paraban para beber vino. En el carro colocaban una nasa, hecha con paja de centeno y zarzas peladas, y en ella iba el predicador, vestido de cura; él era el encargado de decir el sermón y pregonar lo que se haría a lo largo de la jornada. Antaño, sobre el carro llevaban al Hombre de Paja, al que se le acusaba de todos los males acaecidos en la población. A este personaje lo ejecutaban en una hoguera o con un enorme petardo.

Según cuentan, en algún tiempo salía el “Porrero” con un pellejo de vino hinchado a la espalda, sobre un saco de tela doblado, colgando de su espalda. El pellejo lo sujetaba por la parte superior, llevando la parte inferior atada al cuerpo. La cara la tenía pintada de negro y rojo. Este personaje representaba a todo lo negativo. Le perseguían y golpeaban, sobre todo por las olbeas de San Juan, aunque también llegaba hasta Santa María. Terminaba la función cuando lo expulsaban de la villa o lo metían en la cárcel (al parecer, era la versión viviente del Hombre de Paja).

La hoguera la hacían con enebros o aulagas. También hacían antorchas con estas plantas, y con ellas recorrían la villa. En la hoguera quemaban todas las plantas con las que habían adornado a los carros.

La juventud del entorno disfrutaba del baile y del ambiente festivo, permaneciendo en la villa hasta el toque de oración. En ese momento todos se tenían que quitar la máscara, en cumplimiento de las Ordenanzas de 1892.

Por Carnaval bajaban los jóvenes de los pueblos anejos a Agurain. Acudían disfrazados (sobrecamas, etc.). Los de Agurain les recibían en el Portal de Rey. Les ofrecían un pellejo de vino para que festejasen el Carnaval.

El Carnaval de Okariz

El pueblo de Okariz está situado en la Llanada oriental de Alava, al sur de la Sierra de Entzia y a unos pocos kilómetros de la Villa de Agurain. Esta pequeña aldea ha sabido conservar a pesar de las prohibiciones y del paso del tiempo una serie de tradiciones y costumbres ancestrales como el “erre pui erre” el último día del año, la fiesta del carnaval, una auténtica joya de la etnografía alavesa, con sus personajes y sus ritos, el carnaval rural.

Aunque en los últimos tiempos dicha fiesta se quedó reducida al sábado de carnaval y domingo, con la cuestación de los personajes disfrazados por las casas del pueblo, en la actualidad sólo se celebra la tarde del domingo.

Pero hasta hace unos años, incluso en los tiempos del franquismo, Okariz siguió saliendo a la calle con su disfraces a pesar de las prohibiciones, tal y como lo recogió J. Garmendia Larrañaga en su trabajo sobre el carnaval de Alava contado por Aquilino Martínez de Maturana de 65 años y Julián Perez de Arrilucea de 67 en el año 1970.

La fiesta comenzaba el Jueves de Lardero, los pequeños pedían por el pueblo engominados y algunos con sombreros. El mayor de ellos hacía de bolsero. Uno de los niños representaba a un obispo, vestía de monaguillo y llevaba una mitra. Al llegar a cada casa saludaban con el siguiente canto:

“Jueves de Lardero,

Viernes de la Cruz

Sabado de Pascua

Resucitó Jesús.

Angelitos somos

Del cielo venimos

A ver si nos dan

choricitos y huevos

Si nos dan

O no nos dan

Las gallinitas pagarán.

A continuación intervenía el obispo con el rezo del Padrenuestro de despedida para seguir de casa en casa, se recogían viandas y dinero para la merienda de la chiquillería.

Este jueves postulaba asmismo el pastor de la aldea. Además de lo que le daban a petición infantil, rara era la familia que dejaba de entregar una ración de alubias al aludido ganadero.

Sábado de Carnaval

El sábado por la noche sacrificaban una oveja en la casa del “mozo mayor”, centro de reunión de la juventud del pueblo, y la dueña de la casa preparaba las morcillas para la cena. Seguidamente cenaban los mozos con el vino traído de Agurain.

Domingo de Carnaval

El domingo de Carnaval, los jóvenes varones se reunían al café y a continuación una vez que concluía la función religiosa era cuando se disfrazaban todos los mozos, algunos salían disfrazados de “porreros” con pieles de cabra y de cordero, llevaban colgadas cencerrillas (cintas anchas de cuero con cencerros) y la cara se cubrian con caretas de cartón.

Estos “porreros” se dedicaban a molestar a las mozas y a perseguir y asustar a los niños, las mozas y los niños se refugiaban en el pórtico del templo parroquial, que era el único lugar donde los “porreros” no podían entrar, dado que estaba prohibido a los jóvenes disfrazado.

Al atardecer los mozos se desenmascaraban e iniciaban la postulación justo a la puesta del sol. Comenzaban la ronda acompañados por una o dos guitarras, y al hacer un alto cantaban:

“A esta puerta hemos llegado,

domingo de Carnaval

a por chorizos y huevos

y cuartos para vino y pan”.

Al despedirse saludaban cantando:

“No sé como despedirme

para despedirme bien

me despido de...” (decían el nombre de los amos de la casa)

para que todo le vaya bien.

Al llegar a una casa donde vivía una moza, esta les obsequiaba a los mozos con un rosco de pan, espolvoreado con azúcar. Dicha rosca la colocaban estos sobre un palo ahorquillado llamado “matasarda”. El mozo más joven llevaba un saco para el pan; otro, una cazuela para echar la manteca y el chorizo, y un tercero portaba una cesta para los huevos. El “mozo mayor” (el soltero de más edad) se hacía cargo del dinero.