CARNAVAL TRADICIONAL

JUAN GARMENDIA LARRAÑAGA. El Carnaval. Donostia : Eusko Ikaskuntza, 2007.

Las diversas conmemoraciones que nos depara el ciclo anual, y no sólo aquellas consideradas –y este vocablo tiene aquí suma importancia– como de carácter profano, sino también algunas de signo religioso, pueden llevar en ocasiones, incluso en su misma naturaleza, el mito. Otras veces nos será suficiente hurgar en su fondo o entraña, en el fondo del objeto motivo de estudio, para comprobar que el mismo, de manera más o menos clara, roza con el terreno mítico.

Juan Garmendia Larrañaga

Si existe una fiesta que a lo largo de la historia ha tenido defensores y detractores, continuas prohibiciones y clandestinas aprobaciones y, además, contener elementos tan variopintos y singulares como propios de otras conmemoraciones, ésa es el Carnaval.

El Clero y el poder civil en un afán por establecer normas a su conveniencia, construyendo un ambiente pecaminoso y maligno, no han hecho sino, en ciertas épocas, contribuir a que ciertas capas sociales busquen una salida para el desenfreno durante ciertos días.

En diferentes épocas y lugares ha sido considerada como la fiesta reina del invierno o la celebración ritual de la entrada de la primavera. Con el tiempo el concepto ha variado pero el fondo sigue siendo el mismo: disfraz, alteración de lo cotidiano y disfrute.

Una parte importante de Europa sigue manteniendo algunas de sus tradiciones de la época invernal. Los territorios del sur de Euskal Herria, a pesar de un largo período de prohibición, han ido recuperando sus Carnavales, en determinadas ocasiones con elementos de su pasado. Por su parte, en otros pueblos del norte del país, principalmente en Lapurdi, con altibajos de muy diferente orden entre los que se encuentra la segunda guerra mundial, continúan celebrando la festividad en un afán constante de actualización pero sin perder el referente del pasado.

Año tras año, se suceden actos y actividades, realizados individualmente o en grupo, de forma espontánea, o incorporados oficialmente en programas que tratan de enganchar a vecinos y foráneos. Las diferencias entre ciudades y zonas rurales es evidente: la atracción viene dada por los núcleos con mayor poder adquisitivo, lo que se traduce en una actualidad donde manda el consumo.


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