DIVINIDADES
En las leyendas del Pueblo Vasco la Tierra, Ama-Lurra, es la divinidad principal. La tierra, se nos muestra como habitáculo de todos los seres vivos, poseedora de fuerza vital propia que ha creado nuestro entorno natural. Es la que hace posible la existencia de animales y plantas, y la que nos da a los seres humanos el alimento y el lugar necesario para vivir. La tierra es un enorme recipiente, un receptáculo ilimitado, donde viven las almas de los difuntos y la mayoría de los personajes mitológicos.
La fe en Ama-Lurra es muy antigua en el pueblo vasco, anterior a la invasión de los pueblos indoeuropeos. Ya que estas culturas que llegaron del este a la vieja Europa, fueron las que introdujeron la creencia en las divinidades celestes.
Según cuentan las leyendas, en el interior de la tierra existen increíbles tesoros, que aunque los humanos persistan en hallarlos y adueñarse de ellos, siempre se hacen inalcanzables.
Es una costumbre muy arraigada dejar ofrendas a Ama-Lurra, a la Madre-Tierra, en las cuevas y simas, ya que estas son las puertas al interior de la tierra.
La diosa Mari es la personificación de toda la naturaleza y a su vez es divinidad superior que domina a todos los personajes mitológicos. Tiene una relación especial con la Tierra y según antiguas creencias es la personificación de Ama-Lurra. De hecho, su morada y refugio es el interior de la tierra, ya que hace su aparición desde cuevas y simas. Mari puede ser una de las diosas ectónica de las culturas matriarcales de la vieja Europa, anterior a los dioses celestiales que trajeron las culturas celtas, de origen indoeuropeo.
Las antiguas leyendas nos relatan que el sol y la luna son hijas de Ama-Lurra. Por ello, todos los días salen del seno de su madre, y, después de realizar el recorrido diario, terminan en él.
Eguzki o Eguzki Amandre, el Sol, tiene especial relevancia entre las divinidades vascas. Es la que nos ofrece luz y calor, y en sus manos están las buenas y malas cosechas. También posee una gran influencia sobre los genios y malos espíritus, ya que la presencia del sol hace que se retiren a su morada, en el interior de la tierra. Cuando los rayos de sol atrapan a ciertos genios, estos pierden sus poderes.
Es costumbre muy arraigada, poner un Eguzkilore (flor del sol), una carlina, en la puerta de los caseríos, para ahuyentar a los malos espíritus y genios.
En algunas leyendas el sol es el ojo de dios.
Ilargi o Ilargi Amandre, la Luna, también es una diosa importante en la cultura vasca. Si, el sol aparece como ojo de dios, la luna es la cara de dios. La luna alumbra a los espíritus de los muertos. Según algunos lingüistas, la palabra 'ilargi' significa: 'luz de los muertos'.
La adoración a la diosa luna, Ilargi, debía de estar bien arraigada en el pueblo vasco puesto que el viernes, día de la semana, está dedicado a ella: “ostiral”. Una variante para nombrar a la luna es 'irargi', en donde se puede apreciar esta raíz 'ira'. El viernes es un día especial en la semana vasca: es el día en el que se reunían las brujas y los brujos. Los viernes también estaban prohibidas ciertas actividades: comenzar a realizar trabajos importantes, llevar el rebaño al monte, sacar miel de las colmenas, etc.
Según los historiadores la cultura vasca era fundamentalmente matriarcal, y en cierta medida, así ha sido hasta hace poco. Por lo que podemos ver, la importancia de las divinidades femeninas hasta ahora mencionadas corrobora este hecho.
Ortzi o Ostri, en vascuence, es el cielo o firmamento que vemos por encima de las nubes; el lugar donde se encuentra el sol, la luna y las estrellas. Una variante de esta palabra, que aparece en el diccionario de Aymeric Picaud, se utilizaba para nombrar a dios en el siglo XII: urtzi.
Para JM Barandiaran es posible que antiguamente el pueblo vasco adorara al dios del cielo, semejante al dios Thor de los escandinavos. Este culto Es posible que lo trajeran los pueblos celtas que invadieron esta tierra entre los años 1000 y 500 a.c.
Examinando atentamente las divinidades tratadas, se explica la antigua cosmología del Pueblo Vasco. En el centro de todo está la Tierra, la base de toda la existencia y la vida natural, y a su alrededor están el Sol (Eguzki Amandrea), la Luna (Ilargi Amandrea) y el Cielo (Urtzia). Todos los días las diosas Eguzki Amandrea y Ilargi Amandrea salen de dentro de Ama-lurra, desde sus entrañas, y recorren su trayectoria sobre el dios Urtzia, para volver de nuevo al seno materno, Ama-lurra. Mari era la diosa de la naturaleza y de todos los fenómenos naturales. Por lo tanto los antiguos vascos adoraban todo lo que tenían ante ellos: la tierra, la naturaleza, el sol, la luna y el cielo.
Se cuenta en una antigua leyenda, que al principio de la vida, la oscuridad invadía la tierra. Ante tal desdicha, los seres humanos fueron a pedir a Ama-lurra que les ayudase a ahuyentar a los malos espíritus y númenes que se escondían en la oscuridad. Ama-lurra atendió la demanda y creó a una de sus hijas, Ilargi amandrea (la luna).
Los seres humanos agradecieron su luz, pero no era suficiente. De nuevo, acudieron a Ama-lurra para que les diera algo que iluminara más y venciera a la oscuridad. Entonces, Ama-lurra creó su otra hija, Eguzkia amandrea; y así nació el día.
Los habitantes de la tierra pudieron vivir tranquilos durante el día, sin miedo a los malos espíritus, al amparo de la luz del sol; pero cuando llegaba la noche, llegaba el miedo. Por lo que acudieron de nuevo a Ama-lurra, para pedir algún tipo de protección ante el mal en las noches oscuras. Entonces, Ama-lurra les revelo un remedio: Eguzkilore (carlina). Les dijo que colocaran el Eguzkilore en la puerta de sus casas para protegerse de los númenes malignos de la noche y que no saliesen de noche de sus casas.
En adelante, hicieron caso de los consejos de Ama-lurra y no tuvieron que padecer la amenaza del mal.