Sorgin

SORGIN 'bruja’

"Aunque sorgin puede ser tanto un hombre como una mujer, han sido estas últimas las que tradicionalmente han desempeñado este rol espiritual en las comunidades vascas. Las sorginak, esto es las brujas vascas, ocupaban un papel análogo al de otras chamanas indígenas de distintas latitudes. Ellas eran las que conocían los secretos de la procreación y el nacimiento y, por tanto, hacían las labores de parteras y matronas. Igualmente conocían los secretos de las plantas y sus usos medicinales, por lo que también desempeñaban el papel de curanderas. También debido a su conexión con el mundo espiritual hacían las veces de consejeras, oráculos y sacerdotisas." Guillermo Piquero

Sorgin es un genio femenino y maligno que desempeña funciones extraordinarias y está a las órdenes de Etsai ‘diablo’ o de Akerbeltz. Las personas, la mayoría de las veces mujeres, que caen en su influjo también se llaman sorginak y tienen poderes sobrehumanos y tendencias malignas. A ellas se les atribuyen la destrucción inesperada de las cosechas, las averías de molinos y ferrerías, las enfermedades o muertes extrañas, el hundimiento de barcos, etc. Estas personas embrujadas participan en reuniones nocturnas, en maleficios donde lanzan males de ojo y maldiciones. Hay casos en que una persona se convierte en Sorgin por haber dado tres vueltas alrededor de una iglesia, por no haber sido bien bautizada, por haber heredado ropa de una de ellas o haber tenido contacto con ellas, etc. Estas mujeres actúan en grupo, y a las reuniones nocturnas que celebran en fechas concretas se trasladan volando. Este poder sobrenatural lo consiguen frotándose con un ungüento y recitando esta frase: "sasi guztien gainetik eta odei guztien azpitik" ‘por encima de todas las zarzas y por debajo de todas las nubes’. A la reunión de brujas se le denomina akelarre ‘prado del macho cabrio’, y proviene de un prado llamado así, situado en Zugarramurdi (Navarra), donde se celebraban dichas reuniones. El termino akelarre tal vez sea la palabra vasca más extendida por el mundo. En estas reuniones adoraban al genio Aker, y bebían pócimas hechas con hierbas. Conocían muy bien las cualidades de hierbas de todo tipo: venenosas, medicinales, alucinógenas etc. En el akelarre bailaban al son de la música, en estado de embriaguez, y tenian relaciones sexuales en grupo. Renegaban de dios y lanzaban maleficios y mal de ojo a sus enemigos. A veces la Sorgina toma forma de animal, sobre todo de gato negro.

En realidad, al igual que en otras partes de Europa, en el País Vasco perduraron distintas ceremonias y reuniones, unas más sagradas que otras, a las que acudían desde un numero reducido de participantes (sorginak) hasta otras en las que tomaba parte toda la comarca. Estos encuentros relacionados con las cosmovisiones animistas propias de todo pueblo indígena, eran la antitesis de los cultos tristes, grises y culpabilizantes que quería imponer la Santa Iglesia. La alegría y el goce, características intrínsecas a la vida con mayúsculas, formaban parte de muchas de estas celebraciones y esto fue algo que las mentes inquisidoras del catolicismo pusieron mucho empeño en destruir.

“Y en aquella religión natural vasca, una de cuyas imágenes centrales era la Dama o Señora (Mari), eran fundamentales los ritos de regeneración y fecundación, pudiendo ser el Akelarre, en algún tiempo, uno de esos ritos. Eso puede explicar la importancia del macho cabrío (Aker) y del sapo, símbolos de la fertilidad y de la fecundidad respectivamente. Todo lo cual ponía en entredicho el modelo de familia androcrática heredado por la Iglesia de los romanos. Y eso no se podía tolerar." Josu Naberan, “La vuelta de Sugaar”

J.M de Barandiaran recopiló muchos de los lugares dónde tenían lugar estas ceremonias, lo que da una idea de lo comunes que fueron entre la sociedad rural vasca: “Akelarre en Zugarramurdi, Fikozelai en Sara, Artegaña de Alzay, Petiriberro en Aezcoa, Larrune sobre Ascain, Jaizkibel e Irantzi en Oyarzun, Pullegui y Mairubatza (crómlech) de Ameztoia, cromlech de Oyarzun, Berno y de Atáun-Burunda, Arleze (cueva de la sierra de Andía), Mugarri de Placencia, Etxebartxuko-landa de Murueta, Eperlanda de Múxica, Akerlanda de Gautéguiz de Arteaga, Askondo (cueva de Mañaria), Akelarre de Saibei, Petralanda de Lamindano (Dima), Amézola cerca de Olaeta, Garaigorta de Orozco, Abadelaueta de Echagüen , Mariturri de Orenin, Urkiza cerca de Peñacerrada, etc, etc, etc,…”

Cuenta una leyenda que una mujer se quedaba todas las noches hilando en la cocina, y todas las noches aparecía un gato negro en la ventana.

Una noche, se quedó el marido en la cocina disfrazado de mujer, y cuando apareció el gato le golpeó con una vara para ahuyentarlo.

Al día siguiente, una vecina apareció con el brazo maltrecho, por lo que se dieron cuenta que era bruja